Por Daniel Roberto Viola //

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La muerte de Julio Humberto Grondona (1931-2014) ha sacudido al mundo del fútbol. Su perfil de caudillo nos deja huellas que son demostrativas de un antes y un después en la organización de este deporte a nivel nacional, continental e internacional.

No faltarán los acérrimos detractores ni los adulones de tiempo completo, quienes enarbolando posturas muy extremas, darán inicio al derrotero por recordar lo bueno y lo malo de quien fuera máximo dirigente. Fue socio fundador del Arsenal Fútbol Club de Sarandí (11/01/1957), junto a su hermano Héctor y un grupo de amigos, algunos provenientes de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Don Julio fue su presidente durante casi 20 años. Un eslabón importante en su carrera fue cuando en 1962 se lo convoca para presidir la subcomisión de fútbol profesional de Independiente, logrando rápidos éxitos deportivos con los rojos de Avellaneda.

En 1976 fue electo presidente de Independiente y luego designado tesorero de la Asociación del Fútbol Argentino. Desde 1979 ejerció la presidencia de AFA hasta el día de su muerte. Desde 1988 fue representante del fútbol sudamericano en el Comité Ejecutivo de la FIFA, ejerciendo la vicepresidencia del organismo rector del fútbol mundial, teniendo a su cargo las comisiones de finanzas, mercadotecnia y televisión.

La gran incógnita a develar es cuánto de sinuoso será el camino hasta desembocar en el proceso que permita ungir a su sucesor en el mando de la AFA. La Asamblea Ordinaria, a reunirse entre el 16 y el 25 de octubre, integrada por los representantes de los clubes directa e indirectamente afiliados, de las ligas provinciales afiliadas y de los clubes de las restantes categorías (B nacional, primeras B, C y D), deberá elegir al nuevo presidente, en votación secreta. Uno de sus hijos, actual presidente de Arsenal, Julio Ricardo Grondona, será uno de los elegibles.

Según el Estatuto de AFA, para la elección del presidente se necesitan más de la mitad de los votos de todos los miembros que componen la asamblea. El mandato tiene vigencia por 4 años, pudiendo ser reelecto. Su último legado será el mega torneo de 30 equipos en primera división y el contrato de la TV pública, que luce instalado como definitivo en el imaginario colectivo, devenido en un gran auxilio para las asfixiadas economías de los clubes.

Las arcas de la casa mayor del fútbol argentino son superavitarias gracias al premio obtenido por la selección en el Mundial Brasil 2014 (U$S 30 millones), superando con holgura los 4,46 millones de pesos proyectados en junio de 2013. La silla vacía de Don Julio permanecerá desocupada hasta que el sucesor sea elegido, cerrándose a partir de octubre un capítulo tan polémico y controversial como fructífero en logros deportivos.

La base de sustentación habrá que buscarla no ya en la legendaria figura que con voz tenue impartía las órdenes ante la complacencia silenciosa de sus pares, sino en una planificación ordenada acorde con los tiempos que corren, con una dosis de visibilidad que permita saber quién es quién entre la dirigencia.

Para ello habrá que impulsar la capacitación que Don Julio pregonaba y auspiciaba en círculos académicos, para mejorar el campo de las habilidades de los gestores deportivos, para que sean más eficientes y transparentes en el futuro mediato. También se deberá cumplir con el estatuto de AFA cuando reza: No pueden ocupar cargos en los organismos de la AFA las personas que se hallen afectadas por alguna inhabilidad o incapacidad legal.

 

NOTA.- Remitido por el autor y publicado en Cronista.com

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