Por Blas López-Angulo //

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El fútbol, a principios del siglo XX, football, parecía una moda extranjera traída por los señoritos que estudiaban o viajaban a las islas británicas. No sólo lo parecía, ya que lo era. Como la moda no pasó de moda, sino que fue a más, hoy ya la perspectiva es otra. No obstante, ese matiz esnobista ha perdurado en el tiempo, por lo que no estaba bien visto perder el tiempo con esas fruslerías de domingo practicadas al aire libre en calzoncillos. Tampoco el cine gozó de mejor opinión. Todo esto lo describe José María Báez y Pérez de Tudela en el libro ‘Fútbol, cine y democracia’, obra en la que se repasa “cómo fue el estallido del ocio de masas de los madrileños antes de la Guerra Civil”. Los intelectuales de la época, el siglo de plata español, se cuidaban lo bastante a la hora de hacer público a que dedicaban su tiempo libre dominical. Quiero decir que falseaban o silenciaban parte de sus aficiones.

Machado, como otros ilustres pensadores de la generación del 98, entre ensayo y poema con España como problema, los domingos hacían senderismo o alpinismo moderado -no por falta de voluntad- sino por las faldas del Guadarrama u otras, que no dan para mucho más. De esta guisa, no sorprendía a nadie dar con Unamuno en la sierra de Francia siguiendo los pasos de las cabras, con Baroja en la Plaza Mayor si terciaba una ejecución a garrote vil, o con el autor de Campos de Castilla en el campo de Santa Bárbara siguiendo las evoluciones de su querido club, el Deportivo Urbión. Ya solo las reminiscencias de su denominación habían ganado el corazón del bueno de don Antonio.

Por tanto, la otra noche que soñé lo que, a continuación les voy a relatar, no es del todo tan extraño como su apariencia onírica manifiesta. Ya lo conté para la exquisita revista “Sur” malagueña. Lo transcribo y les advierto: La pose grave de la generación del 98 tenía su cuota de superchería mercadotécnica. Como todas las que vinieron después. No es el caso de este poeta mayor, aunque tampoco daré los detalles más leves de su condición humana, tal como me fueron revelados.

“Ávido de lecturas, vuela el alma de don Antonio Machado Ruiz desde el cementerio de Collioure hasta el primer quiosco del Collado soriano. Necesitan sus pacíficos restos mortales matar su curiosidad leyendo los periódicos de la provincia, en busca de alguna imposible novedad, o no tanto como el morbo de un nuevo crimen en las aldeas y villorrios de esa España eterna que le martiriza, esclava de su codicia, apegada a lo material en la tierra de Alvargonzález: “Por ansia de lo que espera/ no goza de lo que tiene”.

Juro, y no insistiré más, que incluso llegué a hablar con el poeta, sentado casualmente a mi lado ¡en el campo del Numancia!

– Qué le trae, joven, por estas tierras.

– El fútbol. Y sin poderlo evitar añado: ¿Ha leído alguna de mis columnas?

Don Antonio arquea sus cejas y esconde aún más sus labios.

– ¿No vendrán en los papeles de mi amigo Palacios?

– No, Dios me libre. Es en el Diario de Soria, salió al poco de irse usted. Ya ha cumplido cien años.

– Lo que nos faltaba, en mi tiempo, de la ciudad llegaban los recaudadores de contribuciones, diputados, guardias civiles y revistas de toros. Ya veo, que la novedad es el foot-ball. Si en Madrid los más jóvenes ya seguían esa nueva moda.

Como no me atrevo a defender el supuesto objeto de mi pluma, permanezco ausente. Pero Machado, eternamente regeneracionista, reflexiona:

– Ya podía el español mostrar el mismo interés y pasión por la ciencia y el estudio que por los toros o por el fútbol, si es lo que se lleva ahora. Como nadie siente curiosidad, Menéndez Pelayo o don Juan Valera, o don Perico López bien pueden sentar cátedra por otro siglo más. Es en los toros, el único ámbito donde los aficionados no se contentan con la opinión  que les dais los revisteros, y acuden a la plaza y luego discuten por milímetros la estocada del diestro H o X.

– Así es maestro, el fútbol en la actualidad, sin necesidad de acudir a los estadios, llena hasta el último rincón de la casa menos bendecida. A través de los televisores y más sofisticados artilugios, la nueva religión propaga su ideología. En el trabajo, en la calle o en los bares se discute sine die la rigurosidad de un penalti, la valía del entrenador o si Casillas debe seguir en la portería en detrimento de Frascuelo.

– Y usted, claro, alimenta el debate.

A continuación, con toda naturalidad, le pido su email para mandarle alguna…

– Don Antonio, juzgue usted mismo.

Ante mi sorpresa, del bolsillo raído de su chaqueta extrae un iPhone 6.

– Unos pardillos de no más de 15 años que bailaban sobre mi tumba lo olvidaron con las prisas…Por la voz de alarma dada por el hijo del enterrador, supongo.

– ¡Pero no tendrá email!

– Cómo que no, aún mantengo la suficiente curiosidad por las cosas. La verdad que es un invento magnífico. ¡Cómo cree que paso las horas! De hecho, solo salgo alguna vez para estirar las piernas y para estar al día en cuanto suceda en la patria de mi Leonor, porque de Soria por Internet pesco muy poco, eh. Tome nota, amigo Blas: amachado@amanchado.net. Lo digo bien, aunque las gracias que me dedicaban no me solían hacer gracia, esta sí.

– Y tiene, una web, maestro.

– Puro divertimento. El tiempo pasa allí adormecido, tan lento, casi tan lento como en Soria.
(Continuará)

 

Por IUSPORT

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