Por José Manuel Pazo //
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Hace poco leía una noticia en el diario HOY sobre una madre que se había negado a ser la agenda de su hija, a solucionarle los problemas y a hacerle sus tareas, lo publicó en su blog y se convirtió en noticia. Es triste que lo noticioso sea la madre que otorga a su hija la responsabilidad de sus actos, cuando debería ser lo normal. Pero cada vez apreciamos más casos de padres y madres estresados porque sus hijos han olvidado los deberes en clase y tienen que solucionarle la papeleta, grupos de madres en WhatsApp que se pasan las fotos de las páginas de los libros donde vienen las soluciones a los ejercicios que tienen que hacer sus hijos, triste, tristísimo, pero cierto.
También leía otra noticia de unos padres que llamaron a la policía porque, mientras ellos hacían unas compras en una tienda, un señor recriminó a su hijo que pintarrajease un buzón de correos, como si el criminal fuese el ciudadano que se preocupa por su entorno y no el niñato maleducado que está degradándolo, pero claro, esos padres cegados por el paternalismo radical son incapaces de ver la realidad. Me hubiese gustado ver la cara de los padres cuando la policía detuviese a su hijo por dañar el mobiliario urbano, hecho que lógicamente no se produjo.
– ¿Y que tiene todo esto que ver con el deporte?
– Mucho, estimado lector.
En la formación deportiva de un niño hay varios aspectos fundamentales que dependen del niño implicado, como pueden ser la iniciativa, la capacidad de resolución de problemas, la disciplina, el esfuerzo, etc. Cualidades que unos padres sobreprotectores impiden que desarrolle su hijo. Si este padre soluciona a su hijo todos los problemas, ¿cómo va a desarrollar unas capacidades óptimas de resolución de problemas? ¿Cómo va a entender lo que es el esfuerzo?
La falta de iniciativa y esfuerzo es el mayor de los problemas de los pequeños deportistas de base actuales, hay mucho niño acomodado y sin responsabilidades incapaces de solucionar un problema por sencillo que sea por sí mismo. Cuando no pueden hacer algo de primeras no se esfuerzan para intentar sacarlo adelante, acuden a sus padres y estos se lo solucionan falseando así la verdadera capacidad de su hijo y criando una persona inútil por naturaleza. Cuando hay un balón dividido, el niño espera a que su padre quite a los demás niños y le de el balón a él.
Estos déficits del niño sobreprotegido son más evidentes en los deportes de equipo, a fin de cuentas, si un niño tiene unas condiciones innatas para correr, por muy sobreprotegido que esté, el niño correrá y podrá ser un buen atleta. En cambio, cuando entramos en un equipo, es diferente. El niño sobreprotegido tiende a ser egoísta, reclama el mismo protagonismo que tiene en su casa donde es el que manda y todo gira alrededor de él, entiende que tiene derecho a todo aun sin haberse esforzado y eso en un equipo no es así.
Cuando van creciendo, estos niños, si ven que no tienen protagonismo tienden a dejar el equipo o se acomodan en una posición sin responsabilidad que les permita seguir formando parte del grupo y disfrutar de sus éxitos sin necesidad de esfuerzo, se aprovechan del trabajo de sus compañeros igual que cuando eran pequeños se aprovechaban del trabajo de sus padres. Saben que en los últimos minutos no tendrán que afrontar la responsabilidad por lo que nunca se sentirán culpables de una posible derrota, pero reclamarán su parte en una posible victoria.
En las últimas semanas he asistido a dos sucesos en mi club que me han hecho afianzar la teoría de que el niño sobreprotegido es incapaz de desarrollar un rendimiento deportivo óptimo formando parte de un equipo. Hace un par de semanas ante un desplazamiento a jugar un partido, donde salía el autobús bastante temprano en un día frío y lluvioso de invierno, a una chica no le permitieron sus padres realizar el viaje porque al parecer la provincia estaba en alerta por nieve, hablamos de una chica con una evolución muy lenta y cuyo protagonismo en el equipo disminuye cada año. En el lado contrario están las jugadoras que tiran del equipo, los pilares sobre los que se sustenta, jugadoras que si faltan un día el equipo lo nota y disminuye el nivel. Cuando vi aparecer ese domingo a las siete de la mañana, andando bajo la lluvia, a dos de estas jugadoras, lo comprendí todo. A ellas no solo las dejaban ir al viaje, si no que a las siete de la mañana las dejaban que solucionasen su problema y se fuesen por sus propios medios hasta la parada del autobús. Hija, te coges el paraguas y te vas andandito, yo no te voy a solucionar el problema igual que no voy a ir a disputar un balón dividido o me voy a jugar el último lanzamiento con el partido empatado.
Para acabar de asentar mis ideas, este fin de semana unos padres acabaron de ayudarme. Tras expulsar a dos niñas alevines (11 años) del banquillo por estar con el móvil en la mano cuando iba a comenzar el partido (ojo al detalle, estaban en el banquillo, no en la pista), los padres de una de ellas vinieron a recriminarme tal acto. La madre insistía en que era ella la que había dicho a su hija que estuviese pendiente del móvil porque la llamaría para preguntarle si había empezado ya el partido (verídico). Finalmente los respectivos padres se llevaron a sus hijas a casa porque éstas estaban enfadadas y no vieron el partido de sus amigas y compañeras (egoísmo y falta de compañerismo). Sobra decir cual es el nivel de las chicas implicadas. Al finalizar el partido con contundente victoria, las madres de dos de las jugadoras con más nivel me felicitaron por la gran evolución que habían apreciado en las niñas y en todo el equipo, les dije que todo era a base de disciplina, a lo que me respondieron con un: “Eso, mételes caña que se espabilen”. Como ven son comportamientos opuestos en los padres que se traducen en el desarrollo de sus hijas.
Si no les parece ejemplos válidos y para terminar, aun puedo hablarles de mi grupo de niños saharauis en un campamento de verano en Barcelona y de los partidillos de fútbol sala en las horas libres donde se enfrentaban saharauis contra españoles. Del equipo de españoles, con sus magnificas zapatillas de fútbol sala, sus camisetas auténticas del Barça, el Madrid o el Español con su nombre en la espalda, sus entrenamientos de fútbol durante el año en clubes deportivos donde pagan considerables cuotas y del dinero invertido por papá y mamá para que el niño sea futbolista. Por otra parte esos saharauis jugando descalzos y sin camiseta, criados en medio del desierto sin medio alguno para practicar cualquier deporte de equipo. ¿Saben?, al cabo de una semana tenía al grupo de niños españoles pidiéndome que les dijera a los saharauis que les dejasen jugar a ellos solos, porque los saharauis eran demasiado buenos y les ganaban siempre.
Es posible que esos niños saharauis no tuviesen buenas zapatillas, ni grandes escuelas de fútbol, pero tenían algo mucho más importante para triunfar en el deporte, iniciativa y la capacidad de esforzarse que sus padres no les habían arrebatado por una sobreprotección extrema. Los españoles antes que esforzarse, prefirieron acudir a que alguien les solucionase el problema. Los saharauis siguieron jugando todo el verano.
