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El sábado 6 de junio comenzó en Canadá la Copa Mundial Femenina de fútbol, pero en lugar de hablar de la primera participación en dicha competición de la selección española, lo que más se está comentado en los medios de comunicación son los exámenes de verificación de sexo que están sufriendo las jugadoras Lade las selecciones participantes. En la Copa Mundial Masculina celebrada el año pasado en Brasil la única polémica que se suscitó acerca del sexo de los jugadores masculinos fue si su práctica antes de los partidos mejoraba o empeoraba el rendimiento deportivo. Según el punto 4.2 del Reglamento para la Verificación de Sexo de la FIFA, institución que organiza dicho campeonato, “cada asociación miembro participante deberá garantizar, entre otros, que todos los jugadores cumplen los requisitos para jugar conforme a los Estatutos y la reglamentación de la FIFA. En consecuencia, cada asociación miembro participante deberá, antes de proceder a la designación de su selección nacional, asegurarse de que los jugadores considerados para la selección sean del sexo correcto. Para ello, estudiarán detenidamente cualquier anomalía de las características sexuales secundarias y documentarán íntegramente los resultados”.

 

Como si dicha previsión no fuese de por sí suficientemente intrusiva, en cualquier momento puede desatarse una tormenta sobre cualquiera de las deportistas participantes, porque basta con que un equipo considere que tiene «motivos y evidencias» de que una jugadora podría ser en realidad un hombre para iniciar una «investigación a fondo». Según el propio reglamento de la FIFA, se debe considerar «cualquier anomalía de las características sexuales secundarias», es decir, atribuciones físicas como pechos y caderas anchas en mujeres y vello corporal o musculatura en hombres. Todo para asegurarse de que las jugadoras «sean del sexo correcto». Esta práctica puede derivar en un abuso de las mujeres que no se ajusten a las normas de feminidad y someterlas a investigaciones humillantes y estigmatizantes.Que sepamos, aunque el artículo habla de “jugadores”, solos las jugadoras han pasado dichos procesos de verificación, a pesar de que en el pasado hubo algún supuesto de hombre que quiso pasarse por mujer, tal fue el caso de Heinrich Ratjen en los Juegos Olímpicos de Berlín. Ningún equipo ha sometido a sus jugadores masculinos a dichos procedimientos.

 

Tales controles no son privativos del ámbito futbolístico, sino que también se dan en otras pruebas deportivas, incluidos los Juegos Olímpicos. El caso más famoso ha sido el de Caster Semenya a la que después de prohibírsele participar en 2008 en el Campeonato Mundial de Atletismo de Berlín de 2008, finalmente la IAFF le autorizó a participar en otros campeonatos, no sin sufrir la humillación de tener que pasar numerosos controles de verificación y de que se pudiera en duda su feminidad. El deporte es una práctica diseñada para hombres. La mayoría de las pruebas y disciplinas miden talentos y capacidades en las que los hombres destacan notablemente sobre la mujeres, lo que provoca que éstas siempre (o casi siempre) estén en inferioridad de condiciones, lo que supone que reciban menos atención de los medios de comunicación y de los aficionados y, por tanto, menos recompensas en forma de premios económicos. Y si esto no fuera suficiente discriminación hacia las mujeres que pudiera afectar a su dignidad y autoestima, además, tienen que sufrir el escarnio de someterse a controles para probar su feminidad. Pero el criterio de la FIFA es incluso más irracional, puesto que las mujeres que se nieguen a participar en este escrutinio humillante serán sancionadas. Y lo que es peor aún, las mujeres que no encajen en su género serán suspendidas.Lo cierto y verdad es que el organismo que dirige Blatter no se ha caracterizado hasta ahora por su sensibilidad de género, no ya solo por la escasa representación de mujeres en sus órganos de decisión, sino que incluso el propio dirigente en cierta ocasión dejó clara su opinión respecto del fútbol femenino cuando sugirió que las jugadoras participaran con pantalones ceñidos para atraer más el interés del público.

 

Son varias las cuestiones que se suscitan con relación a dichos controles. El primero, al que ya hemos referencia, es el uso sesgado que se hace de ellos al aplicarse solo a las mujeres. El segundo es si el fundamento de su existencia, estos es, “garantizar igualdad de condiciones a todos los jugadores” (Artículo 1 del Reglamento para la verificación del sexo) justifica o debería prevalecer sobre varios derechos fundamentales de los jugadores entre los que destacarían la dignidad, la intimidad y la identidad sexual. En tercer lugar, y no menos importante, si la base sobre la que se imponen tales controles está justificada científicamente ya que la solución que ofrece la ciencia respecto de la determinación del sexo de un individuo no es concluyente. No sólo es invasivo y una violación de la privacidad, sino que, además, es poco científico ya que la sexualidad de las personas, las condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo, está lejos de ser ese o blanco o negro que reclama la legislación de la FIFA. La caracterización de los genes, las hormonas y los genitales no es una tarea tan sencilla como parece, pues no hay una única y simple manera de clasificar a hombres y mujeres. Son categorías graduales. Una cosa es observar los genes, hormonas y gónadas desde un punto puramente científico, y otra muy distinta clasificar a un individuo como hombre o mujer, que son categorías no sólo biológicas, sino también sociales en las que cuentan también las tendencias psicológicas, la educación recibida y los estándares sociales adquiridos. De hecho, ya son varios países (Australia, Alemania, Pakistán, India, Nepal) los que reconocen oficialmente la existencia de un tercer sexo, sexo neutro o intersexuales. Es evidente que tales sujetos si se dedican a la práctica deportiva profesional van a generar un problema a las autoridades deportivas en la medida que sigan con una perspectiva binaria acerca de la sexualidad humana.

 

Otro problema que no se puede descuidar a la hora de enjuiciar la participación en el deporte de las mujeres con un alto nivel de testosterona es el hecho de que esta condición comporta ventajas en algunos deportes, pero hay ciertos síntomas ligados al hermafroditismo que pueden dificultar el éxito en otros deportes. En efecto, el hermafroditismo suele ir acompañado de una menor altura, lo cual hace que estas personas sean (relativamente) menos idóneas para aquellos deportes donde la altura es una ventaja (baloncesto, voleibol, etc.).

 

Y por último, también es cuestionable el fundamento que utiliza la FIFA para mantener estos controles, la supuesta afectación a la igualdad de condiciones de los deportistas. ¿Viola este valor central del deporte la participación de una hermafrodita en una prueba atlética? La respuesta es que no puede darse una solución general, pues el aumento del rendimiento físico que genera el mayor nivel de testosterona no es siempre el mismo, y por supuesto, no lleva a que puedan ganar siempre las competiciones. Un simple ejemplo da cuenta de lo que quiero decir: Semenya nunca ha superado (ni siquiera se ha acercado) a las marcas de Kratochvilova en los 800 metros. La atleta sudafricana corre los 800 metros en 1 minuto 55 segundos, mientras que la corredora checoslovaca tiene el record mundial en 1,53. Por lo tanto, sería más sensato considerar las ventajas hormonales de las hermafroditas como un factor más del azar genético. 

 

En nuestra opinión, aun cuando fuera el caso de que su ventaja fuese tan sobresaliente (cosa, por otro lado, muy poco frecuente) debería permitírseles la participación en las pruebas femeninas. En primer lugar, porque el rendimiento deportivo no depende de un único factor fisiológico. En segundo lugar, porque tampoco es tan anormal que en ciertos deportes participen individuos con ventajas fisiológicas sobresalientes. Al fin y al cabo, en el baloncesto aquellos deportistas que alcanzan los dos metros veinte centímetros también gozan de una ventaja notable sobre el resto de jugadores, o en natación un individuo que tenga un tamaño de pie muy por encima del normal también tiene una ventaja sobre el resto de nadadores (Ian Thorpe calza una talla 52 de calzado) y a nadie se le ocurre prohibirles participar.

 

En cualquier caso, entendemos que dada la problemática expuesta en torno a la obligación de verificación de sexo de los/as deportistas, la opción más razonable sería tener en cuenta únicamente la identidad sexual de cada individuo, hombres o mujeres que han vivido y competido como tales durante toda su vida, y así consta en sus documentos de identidad nacionales. Siendo así, qué necesidad hay de obligarles a pasar el test de verificación de sexo.

 

Publicado en la revista “Fútbol y Filosofía

 

Eva Cañizares Rivas

Abogada y Máster en Derecho Deportivo

Vicepresidenta de la Asociación Andaluza de Derecho Deportivo (www.derechodeportivo.com)

 

José Luis Pérez Triviño

Profesor de Filosofía del Derecho (UPF)

Presidente de la Asociación Española de Filosofía del Deporte (www.aefd.net)

Por IUSPORT

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