Por Javier Rodríguez Ten //

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Cuando el «balón de oro» no era más que un premio otorgado por una prestigiosa revista especializada en fútbol, la comunidad futbolística asistía a la espera de su concesión sin demasiada atención, y el galardonado era objeto de un sincero reconocimiento generalizado, no exento de polémica, porque era eso… un premio.

 
Cuando FIFA se inmiscuyó en el mismo y lo planteó como el «óscar» al mejor futbolista del mundo, lo oficializó de algún modo. Y a partir de ahí se mercantilizó. Es decir, que si Messi o Ronaldo cotizaran en Bolsa, el galardón haría que subieran las acciones, como hacen que se eleven las expectativas publicitarias de las firmas que tienen contratados sus derechos de imagen, y las de los clubes que también la aprovechan (más camisetas, más giras…)
 
Por eso ahora más que un premio es una competición en sí misma, en torno a la cual confluyen intereses económicos, comerciales, campañas mediáticas y lobbies de presión. Se pone en duda la limpieza de la elección. Y se malinterpreta cualquier acto o declaración. Viene a ser como el procedimiento para la obtención de una lucrativa concesión administrativa discrecional, donde vale casi todo y el «fair play» va al cubo de la basura. Ahora es sólo negocio.
 
Por eso lo mejor que podían hacer es que el «balón de oro» retornara a su formato original. En favor del premio, de los galardonados, del fútbol y del deporte. Así no.

Por IUSPORT

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