[Img #7524]Soy consciente que en los tiempos que corren esta reflexión puede ser remar a contracorriente, en unos tiempos en los que parece que el mundo del deporte ha llegado a la conclusión de que para eliminar cualquier tipo de violencia, la medida más adecuada es dotar de poder casi omnipotente a las actas arbitrales, y que lo allí reflejado sirve para juzgar desde un lance del juego a cánticos y manifestaciones que puedan ser calificados de insulto, con castigos tales como expulsiones de los estadios y posibles sanciones para los clubes de fútbol.

 

La intención de este artículo no es redundar en el carácter general de esta cuestión ampliamente analizada sino más concretamente en las sanciones a las que se puede enfrentar un jugador de fútbol por acciones consideradas de irrespetuosas con el cuerpo arbitral, y su posible (o imposible) defensa. El último caso hace referencia al delantero del Celta de Vigo Joaquín Larrivey, que fue acusado por el colegiado del partido de haber insultado y calificado al colegiado como “ladrón” y la sanción de cuatro partidos por parte del Comité de Competición de la RFEF no se ha hecho esperar.

 

Podría parecer ya sangrante la sanción en sí misma teniendo en cuenta que hablamos de una sanción que supone a un profesional en el mejor de los casos estar inhabilitado para desarrollar su profesión un mes completo contando con que haya jornadas todas las semanas. Aún así parece ser que Larrivey se podría decir que ha tenido suerte ya que el Artículo 94 del Código disciplinario de la RFEF que versa sobre Insultos, ofensas verbales y actitudes injuriosas, establece que: “Insultar, ofender o dirigirse en términos o actitudes injuriosas al árbitro. principal, asistentes, cuarto árbitro, directivos o autoridades deportivas, salvo que constituya falta más grave, se sancionará con suspensión de cuatro a doce partidos.”

 

Recordando otros notorios casos similares, en enero de 2013 y por simple casualidad en un partido contra el Celta de Vigo, el jugador de Real Madrid Sergio Ramos, fue objeto de la misma sanción por hechos muy similares y aprovechaba para reclamar de igual modo un control más estricto al estamento arbitral. «Espero que se sea igual de “estricto y justo” con los árbitros que se equivocan partido tras partido».

 

Esta reflexión y los hechos que han rodeado el caso de Larrivey dan que pensar: El jugador niega dicha acusación horas después del partido, su compañero de equipo Augusto Fernández reconoció que había sido él quien había pronunciado esa palabra y el Celta incluso envió a Competición pruebas que refrendaban la versión del capitán celeste, pero eso no evitó la sanción para Larrivey.

 

El poder y situación privilegiada que ostentan los árbitros en el fútbol supera los márgenes de lo razonable, deben tener por supuesto una autoridad que les permita el desarrollo de su trabajo, pero no se puede mantener una situación en la que dichas actas parezcan cinceladas en piedra en lo alto del monte Sinaí. Deben poder ser revisadas y analizadas en un proceso con todas las garantías, si estas garantías no se dan y se toman dichas actas como verdad absoluta, nos encontramos ante una comisión de puertas hacía fuera y un procedimiento kafkiano.

 

 

Debe bajarse a los árbitros de los pedestales sobre los que actualmente parecen encontrarse, profesionales que no tienen que dar explicaciones de su trabajo y ya no hablemos de responsabilidades. En un momento en el que parece virtud no hablar de los árbitros o como han desempeñado su labor al fin y a la postre en infinidad de casos determinante. Perdemos la perspectiva de que parece legitimo escudriñar hasta el más mínimo error de 22 profesionales de 26 en el terreno de juego pero dios nos libre de hablar de los árbitros.

 

Estamos pagando un alto precio en esta protección a los árbitros y nos encontramos con esta omnipotencia que nos llevan a situaciones esperpénticas como la famosa intervención del entonces entrenador del F.C Barcelona Pep Guardiola en la que tachó de mentirosos a Carlos Clos Gómez y José Luis Gallego Galindo, árbitro principal y asistente, al haber estos reflejado en el acta que grito «pitas todo al revés» y «no te enteras de nada», y siendo probado en las imágenes de televisión que lo que en realidad dijo fue: «¡Le empuja, le empuja! Árbitro, ¿no has visto que le empuja?». Evito esto la sanción de Pep, No, igual que las pruebas no han evitado la de Joaquin Larrivey e igual que no evitaran ninguna mientras se mantenga los pedestales arbitrales desde los cuales actúan hoy en día.

 

Gonzalo Jiménez Illana

Licenciado en Derecho y Periodismo

Master Universidad Europea-Real Madrid

Por IUSPORT

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