Por Blas López-Angulo //

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Allá por los albores del pasado siglo, muertos ya Federico Engels y Liebknecht padre, Augusto Bebel se convirtió en el patriarca de la socialdemocracia alemana, por no decir de todo el socialismo europeo. Era Bebel, entrado ya en años por entonces, hombre moderado -para socialista de la época, quiero decir- y poco dado a dicterios y exabruptos, pero lúcido y zumbón.

Contaba con fruición el lúcido y zumbón Javier Ortiz, que un cierto día, «que es cuando ocurre todo en esta vida» -según palabras del fallecido periodista- , el viejo líder obrero se vio sorprendido porque algunos miembros del Gobierno y ciertos periódicos progubernamentales, que tenían por costumbre ponerlo a caer de un burro, se desayunaron dedicándole toda una retahíla de alabanzas. Fue entonces cuando don Augusto expresó su célebre sentencia:

-Ah, viejo Bebel: ¿qué tontería habrás hecho para que esta gente te alabe?

Ya los propios fabulistas siempre han insistido «en esto de no seguir/ del enemigo el consejo». De lo contrario, la perplejidad por la buena prensa de la que goza en la actualidad otro ex revolucionario venido a menos, o a más, según se mire, es manifiesta. Me estoy refiriendo a «Dani el Rojo» que acaba de dejar tras 20 años su despacho de Bruselas y su escaño en Estrasburgo para dedicarse de lleno a otra pasión suya reconocida, el fútbol. Hablamos de Daniel Cohn-Bendit, la estrella del Mayo del 68, expulsada del París rebelde que buscaba la playa bajo los adoquines, a la Alemania de sus orígenes. La familia de Daniel, judía, ya antes tuvo que huir de esa tierra en los tiempos del nazismo.

Al igual que Bebel, Cohn Bendit abandonó las utopías, así como un trabajo en la librería Karl Marx y las lecturas de Marcuse y de toda la escuela de Frankfurt, para cobijarse precisamente en la homónima ciudad, regida por el SPD, el partido de la socialdemocracia alemana, en una concejalía de asuntos multiculturales. Del movimiento anarquista Rojo y Negro, pasó a liderar el Grupo Verde allí y en el Parlamento europeo, convirtiéndose en un defensor reformista de la Unión Europea, pese a las críticas y sonrojos que su periplo ideológico y multicolor provocaron. Por ejemplo, en la politóloga Naomi Klein, habida cuenta la deriva tecnócrata y restrictiva de derechos en la «construcción europea».

Cohn-Bendit ha llegado a presidente, pero no del Parlamento europeo, sino de un modesto club de fútbol local: el FC Gudesding («Bien jugado», en dialecto del land de Hessen), que agrupa a «personas de nacionalidades, barrios y condiciones sociales diferentes». Acaba de retirarse de la política como forma de vida para  consagrarse a un documental sobre la inminente Copa del Mundo en Brasil y la presidencia del equipo frankfurtiano.

Fiel a sus convicciones, espera ser una suerte de anti-Florentino Pérez. Mostrar que el fútbol puede ser también una historia de amistad, por encima del dinero y jerarquías. Desde un apartamento comunitario, tan parecido a tantos en Alemania, su hijo Bela -«como Bela Bartok», señala su padre-  de 23 años, estudiante en Francfort, y sus compañeros no proyectan hacer la Revolución, sino más prosaicamente consolidar un club de fútbol que reposará, no sobre la pertenencia a una religión o a un barrio, como a menudo es el caso, sino en la amistad y en el placer de estar juntos.

Me temo que este bienintencionado proyecto de papá ya cuenta con hermosas realidades multiétnicas. El mayor sueño fue precisamente la Francia campeona europea y mundial. En la mayor parte de las grandes ciudades, y aún pequeñas, la pelota ofrece sobre el verde oportunidades para chavales de todo el arco iris mundial. Claro, que es un negocio, y en los negocios pocos ganan y muchos pierden.

Ahora bien, está por ver que es lo que el Gudesding que viste de azul celeste les puede ofrecer.

En las paredes de la Sorbona Dani el rojo pintó: «Ni amo ni Dios. Dios soy yo», «El Estado es cada uno de nosotros». ¿Querrá este viejo demiurgo revolucionario cambiar también el fútbol desde dentro?

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