Por Javier Rodríguez Ten //

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Pues sí. FIFA lo tiene claro: nueve partidos y cuatro meses de suspensión para el jugador uruguayo, al considerarse que mordió a un rival en un lance del juego. Mordisco que no es el primero, sino uno más de los que le han sido «pillados». Una conducta reprobable y trascendente a nivel mediático que genera un procedimiento de oficio y es resuelta en tiempo récord y de manera ejemplar, incluso puede ser que excesiva. Igual no se le quitan las ansias vampirescas (ya fue sancionado seriamente, y ha reincidido), pero al menos la opinión pública (salvo la uruguaya, como es previsible) queda tranquila.

 

En España la cosa va de otro modo. En el año 2000, el Comité Español de Disciplina Deportiva enmendó la plana a los órganos disciplinarios de la RFEF y les recriminó entrar de oficio a resolver algunas agresiones no detectadas por el árbitro, por la inseguridad jurídica que ello implicaba. Resultado: desde entonces sólo se ha iniciado un procedimiento de oficio por propia iniciativa: a Mourinho, cuando su «incidente» con el bueno de Tito Vilanova. Pero no fue el comité de competición (que resuelve las sanciones en los partidos de Liga), sino el juez único de competición para la Supercopa. Y un juez único que ya no es tal.

 

Y en aplicación de dicha teoría, aquí hemos visto cosas muy variadas: simulaciones escandalosas, pisotones, escupitajos, incluso lanzamientos de mucosidad nasal al rival… y nada. Cierto es que los clubes de los perjudicados pueden denunciar, pero cierto es que la Ley del silencio rige en este ámbito, a salvo de alineaciones indebidas (donde sí se denuncian). Y el resultado es que conductas increíbles, intolerables y demás, quedan impunes. Con lo que ello representa de mensaje para los jóvenes. Aquí vale todo mientras no te vea el árbitro. Para salvarlo, hemos propuesto crear un «fiscal deportivo» que denuncie estos casos graves y mediáticos.

 

Por ello, en tanto no cambien las tornas, el destino ideal para Luis Suárez es España. Porque aquí se puede hincar el diente al rival sin temor al «gran hermano». Tan tentador como lamentable.

 

Por IUSPORT

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