Por Blas López-Angulo //

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Tuve un catedrático de Derecho Administrativo en Zaragoza dispuesto a demostrarnos  cuánto podíamos llegar a aborrecer nuestra afición favorita, si la dejábamos en sus manos como materia jurídica de sus clases. En concreto, el derecho deportivo. Este perspicaz jurista, el profesor Bermejo Vera, pergeñó en su despacho el famoso decreto anti-Porta. Los más jóvenes desconocerán al personaje Pablo Porta, pero este señor fue presidente de la FEF en la transición, con elecciones a las que solo se presentaba él, así que resultaba democráticamente inamovible. Esa sensación la aumentaba todas las noches un auténtico reyezuelo de las ondas, el periodista José María García, que le trataba con gran familiaridad, «Pablo, Pablito, Pablete». Acompañados de cariñosos apelativos, extensibles a todos los dirigentes del fútbol mundial, que no parecen haber cambiado mucho: estómagos agradecidos, abrazafarolas, chupópteros, emperadores del comer y catedráticos del beber y otros tantos de este simpático jaez.

Bermejo Vera elaboró aquel instrumento jurídico para echarlo de la Federación. Un portazo reglamentario a Porta, si se me permite el burdo retruécano facilitado por su apellido. No era ni ha sido el único decreto conocido públicamente por un notorio apellido. Aunque las normas, a diferencia de los actos, deban redactarse atentas al principio de generalidad, de manera que regulen supuestos generales y futuribles y no se  dirijan a personas y situaciones concretas de modo fraudulento; la tradición legislativa española desdice esta pulcra técnica. A muchos menos les sonará el decreto-ley Aranda. El que fuera dominador de Asturias pedía la monarquía juanista, una vez acabada la guerra. Esa ley tuvo el efecto fulminante de pasar al general Aranda a la reserva. Contraviniendo lo explicado en las aulas, nuestro querido profesor Bermejo se inspiró en la tradición, que como se sabe, es la piedra angular del derecho. Y si me apuran, de la civilización.

Lo que sus alumnos desconocíamos del todo era su frustrada faceta de portero de fútbol. Una buena mañana de los ochenta en la contraportada de El País aparecía su foto, bajo la portería de un vacío estadio, con corbata y sus gafas de pasta. Encima, un titular: «Mi padre no permitió que me fichara el Barça porque decía que el fútbol es el opio del pueblo». O algo muy parecido.

Un opio, que el entorno supremo del fútbol no quiere que se sujete al ámbito del derecho administrativo, para bien de los estudiantes, futboleros o no, y de la felicidad global.

El descenso administrativo del Guadalajara la última temporada consiguió por una parte enojarme, dadas mis simpatías por la afición alcarreña y el trabajo bien hecho de su entrenador Terrazas. Pero tuvo la virtud de que desempolvara los viejos manuales de García de Enterría, ilustre jurisconsulto, fallecido hace apenas unos días. Entre el desconcierto general, al que las wp_posts de la prensa ayudaban mucho, su primer tomo firmado junto al profesor Tomás-Ramón Fernández, me recordaba la inmediata eficacia de los actos administrativos. Por tanto, las decisiones de la Liga Profesional son eficaces, una vez  notificadas o aprobadas por el superior jerárquico, esto es, el Comité Superior de Deportes. O que los recursos no suspenden de suyo, sino muy excepcionalmente, la ejecución de los actos impugnados, cuando pudieran causar perjuicios de imposible o difícil reparación.

Ítem plus, esta pasada semana, dado que Castilla es ancha, nos enterábamos con incredulidad, de un posible devastador efecto mariposa. El simple aleteo de un nuevo Salamanca se puede sentir al otro ancho lado de Castilla, conforme al sorprendentemente atinado proverbio chino. La toda poderosa FIFA, que junto al COI, son tan  refractarios a la acción del Derecho como el viejo clan de los hermanos Malasombra, amenazan con expulsar a la federación castellano-leonesa y a la española del Olimpo redondo, si no se saltan el capítulo de la Constitución que obliga a «cumplir las sentencias y demás resoluciones firmes de los Jueces y Tribunales». Aplicar el perverso ordenamiento jurídico español, a juicio de Blatter, hasta nos podría dejar fuera de Brasil, a pesar del mérito constitucional probado de Iniesta, de Casillas y del portero suplente.

Difícil elección entre la razón y el circo, ya que la FIFA, que no es filfa, es la dueña del circo mundial.

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