Por Javier Rodríguez Ten //

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Lo del balonmano femenino playa no es nuevo: ya aconteció con el baloncesto, con el voley-playa… incluso podríamos hacer referencia a LAS cheerleaders de la NBA, que no LOS.

 

Recomendar, incluso obligar a practicar una competición oficial con una determinada uniformidad escueta y sugerente es cuestionable. Los bienpensados defienden que se trata de ensalzar la figura humana, esos cuerpos danone que por competir al sol y aire libre no tienen que quedar ocultos bajo los ropajes. Los malpensados, que se trata de mostrar carne para atraer público, como si fuera una barra americana. Cada uno que opine.

 

Pero cuando la cuestión se eleva a conflicto y problema legal, la cosa es compleja. Se trata de normas de la Federación internacional, obligadas para sus competiciones y que las Federaciones nacionales, afiliadas voluntariamente, se obligan a cumplir y hacer cumplir en sus competiciones internas, y en cascada, las autonómicas. Y si no, pues la IHF puede hacer lo que FIFA amaga y a veces cumple, como con Nigeria: pues Vd. no juega en mi ámbito.

 

Siendo así de problemático, es complicado generar y ganar un conflicto que se base en la prevalencia (o no) de la normativa deportiva frente a la legislación de un Estado. Pero, además, es que en este caso ello ni siquiera acontece en rigor, porque se trata de una opinión, de algo interpretable y escurridizo; no hay una colisión taxativa. Se tratar de otorgar prevalencia a la concepción socio-moral de un país (o de alguna gente de un país, que seguro que hay gente que está de acuerdo o que le da igual) respecto de unas determinadas prendas de vestir y frente al criterio socio-moral y normativo (en teoría, igualmente respetable) de una asociación deportiva internacional, adoptado además de manera democrática y con representación de muchos países.

 

Por ello, la solución para evitar las lógicas protestas de las afectadas (que por otra parte habría que canalizar adecuadamente para ver si son mayoritarias o, como sucede muchas veces, de quienes más levantan la voz) la tenemos en casa. Que se establezca que los hombres compitan con idéntica indumentaria, o a falta de braguitas, con taparrabos – tanga (perdón), porque lo que es igual para todos no perjudica a nadie ni puede ser alegado como sexista; y a jugar. La otra alternativa es inaplicar la norma en las competiciones nacionales y autonómicas, aun a riesgo de una «guerra» con la IHF.

Por IUSPORT

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