Por Francisco de Borja Iriarte //
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¿Qué está pasando en el fútbol practicado por menores? ¿De verdad es éste el objetivo?
Acepto gustosamente la invitación –que considero un honor- hecha por el Profesor Pérez Triviño para realizar una pequeña aportación al primer número de Fútbol y Filosofía, iniciando la que espero sea una colaboración dilatada en el tiempo.
Me une con el Profesor una de esas amistades digitales de estos tiempos –twitter, mail y leernos el uno al otro en la web-, derivada de nuestro común interés por determinados aspectos del deporte, y en concreto, del fútbol, entre ellos los filosóficos o jurídicos; espero que no tardemos mucho en co¬nocernos personalmente.
A modo de introducción a la cuestión debo recordar que soy más un amateur del mundo del Derecho deportivo que un profesional del mismo, puesto que poco de mi quehacer profesional –antes como abogado, y ahora como Magistrado- se ha dedicado al mismo, pero es un tema que me fascina desde mi paso por la Directiva del Sestao River Club, pues es complejo e impredecible, como todo lo que rodea al deporte, y suelo escribir sobre la cuestión.
Pero hoy no voy a hablar de Derecho; voy a hablar de una cuestión que me preocupa desde una perspectiva ética, y que es la dirección que está tomando el fútbol practicado por menores, en muchos casos niños, y que me parece que lleva a la destrucción del deporte, e, igual, de los propios practicantes.
Y como planteamiento de la cuestión traigo aquí tres wp_posts relativamente recientes y acaecidas en un lapso de tiempo limitado:
Agresión salvaje a un entrenador de 17 años en un partido de cadetes en Cornellà (El Mundo, 29 de abril de 2014): “Un grupo de padres de futbolistas menores de edad saltó al terreno de juego para derribar, patear y golpear al joven técnico de 17 años del equipo rival. Ha sucedido en el estadio del Club Deportivo Fontsanta Fatjó de Cornellà de Llobregat (Barcelona), en el que el equipo local se enfrentaba al Molins de Rei, ante la abochornada mirada de los ocupantes de la grada, desde donde se registró la agresión en vídeo y se avisó a la Policía del vergonzoso suceso.”
Un árbitro resulta agredido por un padre en un partido de benjamines (La Provincia, 29 de abril de 2015): “Un joven colegiado, Juan Ramón M. C. -de 17 años- resultó agredido en la noche de este martes por un padre al término de un partido de fútbol de categoría benjamín. Como consecuencia de la brutal agresión, el árbitro acabó ingresado en el Hospital Santa Catalina de la capital grancanaria, donde espera ser intervenido quirúrgicamente a lo largo de este miércoles para colocar en su sitio el tabique nasal, que resultó fracturado por el puñetazo recibido por un padre de un jugador del CD San Fernando.”
Denuncia insultos e intento de agresión a una árbitro menor de edad en un partido de fútbol en Armilla (ahoraGranda.com, 29 de abril de 2015) “La joven, según señala el sindicato, sufrió las “violentas reacciones” de entrenador, jugadoras, y aficionados, que “le increparon y trataron de agredir a la conclusión del partido”.
De hecho, en el acta recoge todo un rosario de insultos de corte machista, como los del propio entrenador local, que la llamó “zorra”, y que animó a la afición a seguir vejándola y amenazando, con palabras como “Eres una hija de puta, sólo vales para limpiar lavabos, sólo sirves para comer pollas”, y frases del mismo estilo.”
Como muestra vale un botón, y yo he traído tres, acaecidas con unos pocos días de diferencia vistas las fechas de las wp_posts; y aseguro que no son todas, sino las que aparecen en unos minutos de búsqueda en Google.
Eso es lo que ven niños de 8 ó 10 años que practican fútbol como diversión; violencia, sexismo –valientes las pocas mujeres que arbitran, hay que escuchar lo que se les suele decir-, insultos… Con eso queremos formar a la siguiente generación ¿En qué? ¿En estupidez? Luego nos quejamos de que cuando lleguen a la edad del botellón estén sin civilizar, pero ¿Qué les mostramos? ¿Respeto a los demás, valores como el sufrimiento o el saber perder? ¿Saber ganar? ¿O el todo vale para conseguir mis objetivos, aunque sean imposibles? De verdad es el objetivo hacerles violentos o machistas. ¿O es que se diviertan a la vez que se forman en valores positivos?
Recomiendo la experiencia de darse un paseo un sábado a la mañana por un campo en el que jueguen niños de esas edades y observar a los padres; yo en Galindo nunca he visto agresiones como esas, gracias a Dios, pero sí a energúmenos insultando y amenazando al árbitro, a los rivales, y, pásmense, a sus propios hijos, que no juegan como aita les ha enseñado, e, incluso, obedecen a su entrenador y no a su padre, que es el que sabe.
¿Cuántas frustraciones propias transmitimos a los hijos? Creo que muchas, porque basta ver la actitud del padre que jugó al fútbol y se quedó en Regional; su niño va a triunfar, llegar a Primera y a la Selección; y de paso, hacer ricos a toda la familia, que también hay mucho de eso, especialmente con chavales de 15 – 16 que parece que sí, pero que no, pero que parece que vale…; todo ello aliñado con los agentes, que calientan orejas y ofrecen contactos –y contratos- que llevan al estrellato.
Y antes hablaba de saber perder, pero ahora hablaré brevemente de saber ganar, que en eso tampoco parece que se les forma, para lo que me remito a otra noticia:
El partido de alevines que acabó en humillación (ABC, 28 de abril de 2015) : Al descanso, el Calasanz perdía 0 – 15, “Entonces, el monitor del Calasanz, Jonatan Pacho, le pidió al entrenador racinguista, señor Matabuena, que por favor «aflojaran un poco», que tenía a los niños hundidos en el vestuario y no querían volver al campo a disputar la segunda parte. El técnico racinguista se negó, argumentando que para él respetar al rival era jugar al 100 por 100.
Según relata la web del Calasanz, Matabuena añadió que «el problema es vuestro, lo que tenéis que hacer es equipos mejores para que no pase esto, yo formo jugadores que podían ser profesionales y no les voy a mandar parar». Los jugadores tienen 11 años; el partido acabó 1 – 34.
Como único consuelo el Racing como institución pidió disculpas dos días después y parece que la Federación va a buscar alguna solución, como se hace en otros deportes: por ejemplo, en un resultado dado -7 a 0 o así-bloquear el acta; en todo caso, normativizar lo que no es más que sentido común.
Y me vuelvo a centrar en el mensaje que se les transmite, esta vez por los entrenadores –y no quiero personalizarlo en nadie, que el señor del Racing que tuvo la mala suerte de que su nombre trascendiese no es un bicho raro, sino alguien habitual en este mundo- que les dicen con 11 años ¡que tienen que ser así, que no deben parar, que igual van a ser profesionales! ¿Profesionales? ¿Cuántos? ¿Uno cada dos o tres años? Pero claro, los chavales lo oyen y se hinchan; ¿Cómo no? ¿Quién no se hincha cuando le halagan?; y por si acaso uno llega a ser algo, hacemos cien gallitos insoportables transmitiendo -a sabiendas, tristemente- una posibilidad muy poco probable, que cuando no se materializa genera frustración y además problemas de futuro.
Porque cuando te mueves en el mundo semiprofesional te encuentras, demasiado a menudo para buena cosa, chavales alrededor de la treintena, que con quince años dejaron los estudios porque prometían mucho, se han quedado en poco –y ojo, que jugar en 2ª B requiere un altísimo nivel deportivo no remunerado en proporción a lo que es el salto al mundo LFP-y ahora tienen un cochazo, 50.000 euros en el banco, la ESO sin acabar y nada por delante. Les aseguro que es triste de ver.
En conclusión, que tenemos que ser cuidadosos con el mensaje que trasmitimos a los menores que practican el fútbol, que este mensaje no puede ser de violencia, pájaros en la cabeza y frustración. En mi opinión debe ser de esfuerzo, diversión, compatibilidad con el estudio, y si un día llega la oportunidad de dar el salto –pero oportunidad de verdad- a por él, que también algunos llegan al máximo nivel del deporte profesional. En todo caso, un mensaje sensato y racional, que les lleve a ser mejores. Y por supuesto, erradicando la violencia de los campos.
Francisco de Borja Iriarte Ángel, Magistrado de la Sala de lo Civil y de lo Penal del TSJ del País Vasco
iriarte.fb@aju.ej-gv.es
NOTA DEL AUTOR: Publicado en la Revista Futbol y Filosofía