Por José Miguel Fraguela //
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Con ocasión del fallecimiento de “Jimmy”, se pusieron en marcha una serie de actuaciones encaminadas a atajar la violencia en el fútbol, impulsadas por la LFP y el CSD. Entre ellas, la creación de un cuerpo de observadores “antiviolencia” en los partidos, que comenzó a articular la LFP y que generó el frontal rechazo de la Federación, que finalmente accedió pero bajo la condición de que pertenecieran a la misma y no a la Liga.
La implantación de la figura era inmediata, y estaba referida a la violencia en el fútbol, no exclusivamente al campeonato de Liga. Mediante un comunicado de prensa de enero de 2015, la RFEF constituye su propia comisión antiviolencia (como rechazo frontal a las iniciativas que LFP y CSD estaban iniciando) y decide crear su propio cuerpo de informadores antiviolencia.
No obstante, dada la ejecutividad inmediata de la medida, se acordó asignar “transitoriamente” dicha competencia a los delegados – informadores que se designan para los partidos, incorporada al art. 174.3 del Reglamento General. Importante: ya no cabe remontarse a otros años, porque ya no se trata de un señor que puntúa al árbitro a efectos clasificatorios… y que “si no se le va a puntuar no se envía”. Se trata de una figura con una nueva competencia adicional, específica e independiente de la primera porque así lo quiso la RFEF.
Por tanto, no cabe explicación alguna a que a la final de la Copa de S.M. El Rey, un encuentro de alto riesgo, con previsión de incidentes y mediando una comunicación expresa del presidente del CSD y del Secretario de Estado de seguridad a la Federación y los clubes, no se enviara la persona que debe informar de los actos racistas, violentos, intolerantes o xenófobos, cerrando así una de las vías de información en materia antiviolencia.
Que en el acta tampoco conste Delegado de campo (que corresponde designar al organizador, la RFEF), que también tiene competencias en caso de incidentes del público, es otra ¿casualidad?, añadida a que el acta arbitral tampoco refleje nada sobre el particular (previsiblemente, tampoco se impartieron instrucciones expresas al respecto, y el hecho de que acaeciera antes del partido es irrelevante, si antes del inicio se produce una invasión de campo o lanzamiento de objetos se refleja).
Conclusión: La RFEF, la organizadora del partido, no dispone de ningún elemento elaborado por personas de su organización que sirva para hacer constar que se produjo una sonora pitada al Himno Nacional y a S.M. El Rey, acompañada de gestos y descalificaciones por parte de muchos… ni siquiera de que hubo bengalas, pancartas “extrañas”… porque a nadie se le encomendó hacerlo, pese a que es evidente que todo ello ocurrió.
En todo caso, la tradición no justifica el incumplimiento de las normas, siempre cambiantes.
Otra cosa es valorar si el modelo de prevención y represión de la violencia en el fútbol implantado es el más idóneo, pero eso lo dejamos para otro día.
