Por José Manuel Pazo //

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En las últimas semanas el balonmano femenino ha vuelto a llamar a la puerta de los medios de comunicación, de nuevo ha tenido que ser por los éxitos de la mejor generación femenina de éste deporte en España, esta vez por el excelente papel que se estaba realizando en un Campeonato de Europa que ha desembocado en una nueva medalla, de plata, para las que se han dado en llamar “guerreras”. Excelentes datos de audiencia en Teledeporte, mejores aun en la final retransmitida por la 1, y gran aceptación en las redes sociales, el balonmano puede ser de interés, el femenino también y se ha demostrado en las últimas semanas.

 

He de reconocer que no esperaba este éxito en el torneo que se ha celebrado en Hungría y Croacia, después de los dos fiascos consecutivos posteriores a los Juegos de Londres, el Europeo de Serbia en 2012 donde se alcanzó la Main Round con más pena que gloria para acabar en undécima posición y el Mundial 2013, también disputado en Serbia, donde Hungría nos mandó para casa en octavos. Pensaba que esta generación ya había tocado techo con el bronce olímpico, pero me equivocaba, aún les quedaba una bala en forma de subcampeonato europeo.

 

No me gusta hablar de suerte en el deporte, soy un fiel defensor de aquello que dijo el golfista Gary Player: “cuanto más entreno, mas suerte tengo”. Pero sí considero suerte a aquello que escapa a mi trabajo, las circunstancias del rival que en ciertas ocasiones me pueden favorecer. Mirándolo así, España ha tenido mucha suerte en este Europeo y ha sabido aprovechar esas circunstancias para plantarse en la final, donde para ganar a Noruega, debía esperar un golpe de suerte cercano a que el rival no se presentase para poder optar al oro.

 

España llegaba al Europeo con todo, Nerea Pena al 100% después de sus problemas de rodilla, Carmen Martín perfectamente recuperada de su hombro, Eli Pinedo, Marta Mangué, Shandy Barbosa y ese único problemilla de pubalgia de Macarena Aguilar, que quizá no le ha permitido estar a tope, pero sí disputar los minutos más importantes del torneo. Arrastraba la selección ese cambio de ciclo en el pivote donde ya no están Verónica Cuadrado y Begoña Fernández, y donde Eli Chávez debe tomar más protagonismo. En el grupo, a priori mala suerte, Hungría, la anfitriona que venía de eliminar a España en el Mundial un año antes, la siempre temible Rusia con la vuelta al banquillo de Evgeny Trefilov y Polonia que fue cuarta en el último Mundial, pero a la que se ganó con solvencia en ese mismo evento un año antes y en la preparación de este Europeo. Se ganan los tres partidos, lo que permite a las jugadoras entrenadas por Jorge Dueñas avanzar a la Main Round con la máxima puntuación, allí les tocará enfrentarse a Noruega, Rumanía y Dinamarca, por este orden. Una victoria más puede valer para estar en semifinales, pero para asegurar hay que ganar al menos dos partidos.

 

Primero Noruega, la selección con más madera de campeón que hayan visto mis ojos, juegue quien juegue es superior. Las noruegas ganan sin despeinarse en exceso a las españolas, aceptamos que es el partido que se podía perder y pensamos en ganar a Rumanía y Dinamarca para pasar sin problemas. Y llega el partido frente a Rumanía, donde España da un recital de por qué no tenemos la madera de campeón que se les divisa a las noruegas. Hacen un primer tiempo magnífico, las rumanas no encuentran vías de penetración en la defensa española, pero donde hay que machacar al rival, España es compasiva, con una ventaja de cuatro goles se desperdician dos lanzamientos de siete metros y ocasiones claras de contrataque para haber ido al descanso con una ventaja de al menos ocho goles, las noruegas jamás serían tan benévolas. En dos minutos del segundo tiempo, todo lo hecho en el primero se arroja por la borda, Rumanía somete a las españolas a un parcial de 3-0 que aprieta un marcador que ya debería estar apagado y acaba remontando el partido en un periodo en el que a las españolas ni se les atisba un gramo de tensión.

 

Dinamarca hace un agradable favor ganando a las húngaras, lo que permite que el pase a semifinales se dirima en un encuentro directo entre danesas y españolas. Y ahí sí, España ofrece su mejor imagen ante un rival que nunca se encuentra cómodo cuando se enfrenta a las españolas. Jan Pytlick, con su táctica de superioridad con portera jugadora en acciones de 7×6, crea algún problema a la defensa española con el hundimiento de la línea a través de un doble pivote lo que facilita el lanzamiento de su lateral derecha, así logra dos goles en acciones prácticamente consecutivas que apretaban el marcador, pero el técnico danés no insiste en la valentía, casi temeridad, y ceja en su idea de la portera-jugadora. Finalmente España se lleva el partido con holgura, dando el técnico español los primeros minutos a Bea Escribano, única jugadora que aún no había debutado en la competición.

 

Y llega el día de la semifinal, enfrente Montenegro, ese país que es como la provincia de Jaén, pero aun así eran las actuales campeonas de Europa y plata olímpica, torneo olímpico en el que fueron el verdugo de las españolas. Se podría decir que España mereció ganar el partido, si bien, yo no lo veo así, diría mejor que Montenegro mereció perder. Un primer tiempo mísero, paupérrimo, atroz de las montenegrinas reflejado sobre todo en la figura de Milena Knezevic, desacertada en ataque y aún más en defensa, sin wp_posts de ese bloque defensivo especialista en cerrar espacios y ofrecer ayudas, capaz de repartir estopa a diestro y siniestro sin recibir una sola exclusión. España aprovechó la caraja general de las chicas de Dragan Adzic, se fue con la suficiente ventaja al descanso (que debió ser mayor, si Noruega coge a Montenegro en ese plan, las balcánicas no salen a jugar el segundo tiempo). Y gracias a esta ventaja, porque se ve que en el descanso el amigo Adzic repasó los respectivos arboles genealógicos de sus jugadoras, inyectó rabia y cambió la portera, aun así Knezevic seguía a la deriva y sus compañeras lo notaban. La joven Marina Vukcevic (renombrada Rajcic por capricho marital) opositaba a heroína desde su portería deteniendo todo lo que estaba a su alcance, Klikovac y Andjela Bulatovic desde el centro de la defensa desplazaban a la pivote española hasta nueve metros, retrasando el ataque español y obligando a jugárselas escoradas o desde los extremos. España no anotaba y Montenegro iba acercándose, providencial Silvia Navarro, no siendo menos que su colega montenegrina 40 metros mas allá, se erigía como la salvadora de España con sus paradas y Eli Pinedo, leyó lo que se debió leer hacia muchos minutos, se desdobló desde su extremo hasta posición central aprovechando el enorme espacio que dejaban las centrales de Montenegro al desplazar al pivote a nueve metros y recibió insultantemente sola frente a la portería para dar una ventaja de dos goles a falta de poco más de un minuto. Aún daba tiempo para un gol más de Montenegro y para jugar los últimos nueve segundos con posesión para España y defensa individual de las balcánicas, donde pudimos ver quien se esconde y quien no. Si hablásemos de fútbol, hace rato que estábamos pidiendo la hora cuando el crono alcanzó el 60 con un pírrico 19-18 favorable a la selección española. Fue suficiente, pero en la final, Noruega nos exigiría más.

 

Y así fue, España aceptó el reto, salió a morder, accedió al ritmo que imponían las noruegas y fue capaz de irse al descanso por delante en el marcador. En el descanso, alguien que sabe de esto me comentaba que la lástima era que sería imposible mantener el ritmo durante todo el partido, y así fue en la segunda parte. Noruega siguió a lo suyo, a correr, a castigar cada pérdida con un gol en contra y a no cometer el más mínimo error. Noruega es mucho, es más que España, hace sangre en cada pérdida de balón y España es asidua a la pérdida. Noruega sigue teniendo ese aire de campeón desde el primer día, se fueron Hammerseng, Nyberg o Johansen, faltaban en este torneo Katrine Lunde, Frafjord o Edin, pero es Noruega y eso ya es mucho.

 

Hablaba de suerte al principio de este artículo y lo relacionaba más con el rival que con uno mismo. España tuvo suerte con que Anita Gorbicz, la mejor jugadora del mundo, se quedase embarazada meses antes del torneo y no pudiese defender a Hungría, con que Rusia no pensase en este Europeo, si no en los Juegos de 2016 y contase con una selección jovencísima reforzada con alguna veterana, tuvo suerte en que Dinamarca les hiciese el favor de vencer a Hungría y permitiese deshacer el entuerto en el que se metieron tras perder con Rumanía, en que Pytlick no insistiese en la temeridad de la portera jugadora que España no era capaz de contrarrestar, en que Knezevic no compareciese en la semifinal y las montenegrinas al completo tirasen el primer tiempo, España supo aprovechar todas estas circunstancias para plantarse en la final, pero ahí estaba Noruega.

 

Las españolas y todos los que nos dedicamos al balonmano femenino en este país debemos estar orgullosos, era el momento, aprovechamos todo lo que se nos puso a favor y logramos una meritoria medalla de plata, alcanzamos lo máximo a lo que podemos aspirar. Y ahora es momento de volver la mirada hacia nuestro balonmano y la situación que sufre, la medalla se la pueden colgar las jugadoras y sus técnicos, pero no el país ni las instituciones que someten al más flagrante de los abandonos al balonmano y más aún al femenino, victima de ese enquistado problema de desigualdad en los medios. No se puede hacer más con menos, nuestras selecciones triunfan por el mundo mientras en casa el balonmano agoniza, en los hombres parece que hay futuro por delante con una selección junior de referencia, el de las mujeres es más oscuro. Estamos a tiempo, aprovechemos el tirón de las “Guerreras”.

Por IUSPORT

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