Por Iván Palazzo //
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En ese sentido se aprecia la alegría, el orgullo y la satisfacción de algunos futbolistas cuando son convocados por los seleccionadores nacionales, que trae como corolario la elevación de su valor en el mercado internacional de fichajes y la posibilidad de exhibir su rendimiento en un plano de enorme trascendencia, justamente por la importancia de los partidos internacionales de las selecciones.
Empero, existe la probabilidad de que a otros futbolistas no les seduzca dicha situación, en virtud del riesgo cierto de una eventual lesión, que no solamente pueda provocar la imposibilidad de intervenir en importantes compromisos en los torneos nacionales de los clubes en los que militan, sino también perder la oportunidad de ser contratados por otros clubes de niveles futbolísticos superiores.
Algo similar ocurre con los clubes de fútbol, ya que algunos ansían la convocatoria de sus jugadores, tanto por el prestigio que implica para el club, como por el mencionado aumento de la cotización del futbolista para futuras transferencias. Aunque como contrapartida, además de la posible lesión del jugador, siempre está latente el conflicto de intereses entre las competencias locales y las que motivan las convocatorias a los equipos representativos, y que se pone de manifiesto, fundamentalmente, cuando existe una exagerada cantidad de partidos que va en desmedro de la correcta condición física del deportista.
Completan el escenario planteado dos actores primordiales: las asociaciones nacionales y la entidad madre del fútbol mundial, a quienes les incumbe la misión de que el proceso de liberación del futbolista sea adecuado para su fiel cumplimiento.
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