Por Blas López-Angulo //
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Oporto, Bilbao, Hamburgo, Londres, Liverpool, Barcelona, Mónaco….Fotos y vídeos de viajes, y más viajes al ritmo de los partidos de fútbol. Rutas paralelas, consagradas al seguimiento de sus colores, su equipo, un sentimiento, orgullo….Largos desplazamientos en autobuses mal durmiendo a la par que los jugadores, sus ídolos, ídolos a menudo con pies de barro y efigie de cristal, descansan en buenos hoteles y se aburren olímpica y deportivamente.
Una vez en la ciudad de destino no buscarán museos en los que ilustrarse, ni edificios ni monumentos ni catedrales que admirar y menos arrodillarse. No. Su prepartido puede ser tan tenso o más que el de los jugadores, pero nunca aburrido. Con un sentimiento hostil se apropiarán de las calles vacías de ciudadanos avanzando entre la propia incredulidad como huestes por el campo de batalla. Aseguraba Baroja que en el deciminónico siglo aún era posible cruzar la península de punta a punta con un puñado de hombres sin encontrar oposición.
De esta guisa fue la partida del general Gómez por Galicia y el Noroeste español en el largo periodo de las guerras carlistas. O’ Donnel en la llamada revolución del 56 o vicalvarada vagó en este caso por el centro, La Mancha y Andalucía con un ciento de soldados o poco más, en espera del éxito de su pronunciamiento para acometer con garantías la entrada en la capital.
Otras veces sus pasos van precedidos de la escolta policial por lo que no podrán tomar por sorpresa ni asalto a sus presas. Igualmente el despliegue gigantesco de fuerzas policiales convertirá su cortejo en una fuente de satisfacción. Puede que los ocupantes de dos autobuses o pocos más, un ciento, dos, hagan desplegar un desfile paramilitar, en una proporción de los cuerpos de seguridad del Estado muy superior. Engreimiento y orgullo infantil del que tomarán fotos y vídeos para testimoniar su presencia. Segura, asegurada, o no arriesgada presencia, pero temida.
De caminar solos, puede que además sin distintivos de su club, ni de sus colores, la emprendan a porrazos con el mobiliario que encuentren a su paso, según van husmeando a su presa. Une mucho la muta, claro que une. Lo mismo que la gente se une para no dejar títere con cabeza, murmurar y maldecir. Tiempo siempre de destrucción. Ya no de silencio, sino de griterío confuso y de destrucción. ¡Cuánto trabajo tiene usted, Fiscal del Odio!
Caminan solos por la orilla del Manzanares mientras los patos duermen, como ayer junto al Turia seco, la Torre del Oro, o entre la Pilarica y el sobrio, a veces ebrio Ebro… buscando al rival ya viejo de otra ocasiones. Lo mismo que los jugadores van sumando patadas y codazos que descontar para próximos encuentros, las visitas de hunos y hotros van llenando el rosario de las cuentas pendientes, siempre abultadas según se mire, tanto como los agravios arbitrales.
Abundan las cazadoras negras y sudaderas grises con capucha, playeras y deportivas, vaqueros jeans o pantalones de chandal. Van armados con defensas desplegadas, palos largos o barras, algunos con navajas. Han quedado, no se sabe dónde ni cuándo.
Quieren sorprender a los Blues, o como se llamen, que han viajado toda la larga noche desde el extremo noroeste. Las famosas guerrillas de la Independencia tienen mucho de mítica resistencia, sobre todo las partidas del cura Merino que buscaban la emboscada con superioridad numérica. Aún oscurece. Ya se buscan o se esconden, se olfatean y se temen. Pero los hunos son más. El resto es de sobra conocido.
Nota del autor: artículo publicado en el Diario de Soria.
