Por Javier Rodríguez Ten //
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Pues sí, el fin es loable: que todos los intervinientes en la competición partan en igualdad de condiciones (que no quiere decir que con igual presupuesto); que cada uno de ellos, con sus recursos, se organice como quiera y pueda, pero con un margen de endeudamiento idéntico para todos, y que no incidan ayudas públicas ni beneficios de los que no puedan beneficiarse terceros. Café para todos. Nada que oponer.
Pero ahora llega el momento de ejecutarlo, y el panorama es kafkiano.
En España, el control económico de la LFP está siendo cuestionado por la vía de lo mercantil (Real Murcia y Pedro León), en el ámbito de la libre competencia pero en un sector restringido (plazas limitadas en cada categoría) que se encomienda a un regulador (LFP) y que debe muchos, muchos millones a la AEAT y la TGSS. A ello se ha unido indirectamente el TAD mediante un cuestionable argumento disciplinario (recordemos, Bilbao Basket vs. ACB). Y para colmo, mantenemos la dualidad entre Clubes (asociaciones privadas sin ánimo de lucro) y SAD (empresas), que cuentan con un régimen fiscal diferente y con la posibilidad (o no) de pedir determinadas subvenciones, entre otras muchas cosas, pero una dualidad impuesta. No es que, como debiera ser, exista libertad de forma jurídica y cada entidad elija la que más rentable o cómoda le parezca (como pasa en el resto de sectores económicos, salvo alguna excepción); es que hay cuatro que pueden elegir y el resto tienen que asumir la forma mercantil.
Sin salir de aquí, nos encontramos con que con independencia de lo anterior la fiscalidad varía atendiendo al territorio. Los deportistas no pagan lo mismo a Hacienda en Madrid que en Barcelona, lo que implica que en la negociación en neto que se hace cueste mucho más el salario de un jugador en un sitio que en otro. Los clubes y SAD tienen tramos autonómicos diferentes en determinados impuestos. En el País Vasco y Navarra hay un régimen fiscal ventajoso que sitúa en ventaja competitiva a «sus» equipos. Y en Canarias, Ceuta y Melilla hay determinados beneficios fiscales (cada vez menos). Para colmo, uno de los clubes (no SAD) de estos territorios ventajosos va a conseguir que se modifique la legislación fiscal aplicable (ya lo consiguió con la deportiva) para salvar su ruina económica, mientras que a otros la AEAT estatal les regatea los aplazamientos. Este es el panorama de «igualdad» o fair play financiero fiscal que nuestra legislación admite (mejor dicho, impide). Habrá café para todos, pero en taza grande, pequeña, jarra y vaso…
Lo mismo sucede si salimos a Europa. Es de chiste que se investigue porqué en España hay Clubes y SAD en el ámbito profesional (les ha costado enterarse, oiga, que sólo llevamos 24 años), sobre la base de que los primeros pueden tener una fiscalidad ventajosa, lo que es competencia desleal. ¿Ventajosa respecto de quién? Porque… ¿se ha hecho una adecuada comparativa respecto de los tipos impositivos que se aplican a los clubes europeos, que son muchas veces menores? No. ¿Se ha valorado si las desgravaciones o exenciones de rentas son similares o más flexibles? Tampoco. Solamente se ha ido a ver qué tipos de impuestos son aplicables. Y es que un adecuado «fair play financiero» implicaría unificar las cargas impositivas que soportan todos los clubes de la UE, algo que no se hace con las empresas (que tienen libertada para ser SA, SL, SC, CB o lo que quieran, con diferente fiscalidad). ¿Por qué al fútbol? ¿Porque llevan muchos años en Alemania e Inglaterra sin ganarlo todo?
Pero es que, más aún, lo que se olvida en la UE es que la competición futbolística internacional (porque en las ligas domésticas a día de hoy nadie discute que no jueguen los equipos de otros países, aplicando la libre circulación de empresas) no es intracomunitaria, sino que la organiza una asociación privada suiza y en ella participan equipos de países no miembros. Vamos, que resulta de chiste que clubes de Mónaco o Luxemburgo puedan competir con los comunitarios cuando el coste de sus adquisiciones y salarios es infinitamente más bajo (o inexistente) que el de cualquiera de sus competidores. Y aquí mirando si son club o SAD. En fin.
Consecuentemente, en tanto que UEFA no analice la contabilidad de todos los clubes que compiten entre sí y aplique una tasa diferencial que regularice de las desigualdades o ventajas que algunos de ellos tienen por razón de la diferente estructura impositiva o los distintos tipos que se aplican a impuestos comunes en su territorio, el «fair play financiero» (en sentido riguroso) no dejará de ser una milonga que se agota en un análisis superficial de las contabilidades. Aunque algo es algo, claro.
