Por Blas López-Angulo //

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Algunos confunden la pereza intelectual con el genio y el no va más de la ocurrencia. Abundan en los periódicos los titulares plagados de fáciles plagios de títulos de películas o de obras de éxito. Así la nueva derrota de España para muchos periodistas podría ser la enésima “Crónica de una derrota anunciada”. Si se llevara la cuenta de cuántas crónicas se despachan sin ningún reparo con ese encabezamiento igual algún que otro reincidente se lo pensaba un poco. Si no fuera ello pedir demasiado. Aquel cursi peliculón “Lo que el viento se llevó” aún sigue inspirando a innumerables talentos de barbecho. Quiten el viento soplón y añadan cualquier otra palabra del Diccionario. Ya ven, brillante fórmula.

Estos días de opereta y desgobierno de esa loca trinidad del fútbol patrio (Javier Tebas, Ángel Villar y Miguel Cardenal,) me extraña que algún espabilado plumilla, aún no les haya bautizado, como “El bueno, el feo y el malo”. Es evidente que les cuadra más, el loco, el sátrapa y el monaguillo, o, etcétera, etcétera. Cierto vocabulario castizo y barroco es muy rico en improperios, tanto que el juicioso lector habrá pensado otros, a buen seguro de mayor virulencia, y no por ello, menos acertados.

Conviene acudir, por tanto, a géneros chicos, pero muy acordes con nuestra arraigada idiosincrasia, para describir los episodios psicóticos que amenazan con repetirse ad nauseam a causa de las frustradas cumbres de nuestros cabecillas. Desde la zarzuela al vodevil, repasen los sainetes de Arniches o las astracanadas de Muñoz Seca, los esperpentos del maestro Valle, las greguerías de Gómez de la Serna o el humor absurdo de los Jardiel Poncela o Mihura, incluido el humor negro de Azcona.

Tengan así mismo en mente que si quienes rigen nuestros destinos deberían pasar esta Semana Santa y siguientes entre rejas, en esta cosa del fútbol los desvaríos vienen a ser como los fideos a la sopa.

Los llamo desvaríos, deslices tiene otras sabidas connotaciones, porque hasta bien poco la conciencia de su ilicitud era ignorada incluso por el mismo Código Penal y sus guardianes.

Entre los prodigios de la modernidad la magia que desprende un balón disputado por veintidós adultos no es en nada intrascendente. De quienes ponen la cabeza para golpearlo una y otra vez podría pensarse que acaban más sonados que las maracas de Machín. Recuerden lo que censuraban nuestras madres los castigos en esa noble parte. Sin embargo, se diría que los dirigentes parecen más afectados por esos recios testarazos. Pero no hay cuidado: el juguete mágico no se romperá a pesar de las manazas de sus “chupópteros”, aceptando la vigencia de la delicada taxonomía trazada por el famoso entomólogo, José María García.

Habrá menos dinero, menos juego, pero no menos emoción. Ese “hagan juego, señores” quedará un tanto deslucido si el oro no reluce. No veamos solo lo peor. El Eibar ascendió a Primera el pasado año y este no pierdan de vista a la Llagostera: en pocos años partiendo de la nada -como diría un cómico universal- puede que alcance las más altas cotas de la miseria: lo que amenaza con ser esa liga patrocinada por un gran banco. Una gloria muy devaluada.

 

Observen a equipos zombis como el Elche, buscando fondos de inversión, preso de las estafas. A una mayoría empobrecida. O lo que parecía un club asentado como Osasuna, perdiendo el norte. Habrá que estar avisados, el maná de los derechos audiovisuales no cae desde las destempladas alturas, en cambio, la plaga de los amaños se ha destapado. Existir existía desde los tiempos de Maricastaña. Eso sí, tapadita. También, la de las apuestas trucadas que arriba con viento fresco: Hagan juego, señores, pero no apuesten, por favor.

Por IUSPORT

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