Por Eva Cañizares //

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Ser empresario o directivo en estos tiempos de crisis no es tarea fácil. Y el sector deportivo no escapa a ello. Son muchas las decisiones difíciles que hay que tomar y mucha la información que hay que valorar. Y el problema es que no siempre uno es experto en la materia, como es mi caso, una abogado reciclada que ha enfocado su actividad profesional al deporte. Si a ello unimos la rapidez con la que se suceden las cosas, y la inmediatez que nos requieren determinadas decisiones, que nos hace perder la perspectiva y el talento para ver nuevas opciones, y nos lleva, en muchas ocasiones, a acudir a soluciones ya usadas en el pasado, el resultado es que cada vez restamos más espacio a la creatividad. En esta situación el círculo vicioso se refuerza, convirtiéndose en uno de los grandes obstáculos con los que nos encontramos directivos y empresarios.

Llevamos siete años de crisis y son muchos los centros deportivos y gimnasios que han notado sus efectos con una reducción considerable de sus usuarios. Si bien es verdad que algunos, muchos, han ignorado sistemáticamente todo criterio de prudencia y sensatez, lo que los ha llevado a pozos – sin fondos – de deudas y concursos de acreedores, sin embargo, otros han intentado adaptarse a los tiempos que corren, ajustando sus presupuestos y cerrando el grifo del despilfarro y el derroche. No existen fórmulas mágicas para salir de los números rojos, solo la buena planificación y ser conscientes de que no se puede mantener siempre el mismo ritmo de vida. Tan obvio y pueril como eso. El problema empieza cuando los gastos superan a los ingresos, lo que, irremediablemente, termina en bancarrota. Ante esta situación los gestores de los centros deportivos tenemos que reaccionar, pero… ¿cómo hacerlo?

Pues bien, lo primero que se nos pasa por la mente a muchos empresarios o directores es eliminar gastos reduciendo servicios y personal. Sin embargo, esta solución es errónea porque conduce a una situación aún más crítica, ya que el usuario que aguanta el tirón terminará percibiendo un gimnasio en crisis, con menos actividad, con menos monitores, con menos clientes. En definitiva, con menos vida. Esto le producirá apatía y desgaste y terminará causándole rechazo el centro deportivo.

 

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