Por Blas López-Angulo //
_________________________________________________________________________________________
Hasta hace bien poco entrar en la meca del fútbol era entrar en sagrado. Acogerse a sagrado, como fuero propio e infranqueable. Ni la todopoderosa Hacienda llegaba o si lo hacía jugaba en campo extraño porque no mojaba. Lo mismo que otras instituciones fiscalizadoras como la Seguridad Social, su Tesorería o las Inspecciones de Trabajo. La Justicia que ha judicializado la política, por obra y gracia de los políticos, que quede claro, está dando sus primeros y titubeantes pasos en ese coto vedado de los amigos del balón y de los negocios redondos.
La temporada pasada por estas fechas de mayo florecieron a tiempo los amaños y compraventas varias. Algunos partidos fueron de auténtico juzgado de guardia, pero suele tomarse esta expresión manida pocas veces por los cuernos. En el Sardinero con un Racing descendido frente a un Hércules salvado, si no recuerdo mal, hubo movimientos de apuestas más que sospechosos. El equipo local sin duda afectado por las alergias primaverales salió al campo asmático, tanto que algunos espabilados habían previsto un 0-2 visitante, que no se cumplió por su mala puntería, incluso a puerta vacía. La otra parte del contrato no firmado establecía que el equipo local marcaría 3 goles en la segunda parte, lo que sí sucedió. Sospechas, indicios, pero no pruebas suficientes para condenar a los implicados. Por mucho aliento que el señor Tebas anunció en torno a la persecución del caso, se archivó en todas las instancias por la causa ya señalada. La impotencia de la justicia, y de los círculos de poder a su cargo, sirvieron al menos para que descubriéramos su faceta de novelista y una supuesta recreación de los hechos acaecidos.
Otro partido del Racing en Girona aún sigue sub judice, por denuncia del presidente del club catalán contra sus colegas cántabros. Abundan más los testimonios de toda clase en relación a un tal Agapito, cuyo club anda a estas horas tan judicializado, que después de haber ganado copas y recopas, de haber salvado su cabeza in extremis entre la elite en contadas ocasiones, corre grave riesgo de desaparecer. El valor patrimonial del Real Zaragoza se desangra en horas bajas entre notarías y juzgados. Don Agapito tenía por costumbre, y las malas costumbres toman pesado asiento, contratar a estas alturas, o más bien un poco antes, a nuevos entrenadores para enderezar el rumbo con siniestras condiciones: «Usted, ocúpese de ganar los 2 próximos partidos, que del resto ya me encargo yo».
Debería convocarse a un ilustre notario para dar fe de que así fue. De hecho, me apena conocer que un joven futbolista colgó las botas para preparar notarías, se quejaba el opositor de la corrupción reinante en el ambiente del balón. Ya saben, colegueo y componendas sembradas al calor del conocimiento mutuo que por mayo florecen, el negocio de las apuestas que se agiganta y es lo que por estos pagos nos faltaba, como para no dar fe de que se amañan partidos a diario. Que vuelva a los estadios ese estudioso notario para dar fe…
PÉSAME.- Leo a Segurola sobre la muerte de Yago Lamela: «Nos alcanza desprevenidos». El llamado «James Dean español», ha muerto como aquel muy joven, solo, abatido por la depresión. Un juguete roto más, que ayudó a llenar tantas páginas deportivas y cuyo fatal destino nos pilla desprevenidos, Santiago. Ya podría tu oración detenernos un poco. ¡Qué va!