Por Blas López-Angulo //
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Es un hecho trágicamente contrastado que la primera víctima de una guerra es la verdad. En la farsa futbolesca abundan las guerras, incluso las de verdad.
Lo que no prevalece nunca es la transparencia. Me serviré de un ejemplo real que podría servir de parábola a la antigua usanza. En la Regional Preferente extremeña, el Arroyo de San Serván le arrebató al Racing Valverdeño la cuarta y última plaza de playoff de ascenso a Tercera División utilizando el Twitter oficial del club como estrategia. Un tuit que informaba erróneamente del resultado, despistó al Racing que dio por buena la información y dejó en barbecho su partido ante el Valdelacalzada. El empate no le valió, pues el Arroyo en realidad ganó en Alburquerque.
La clasificación a la fase de ascenso se jugaba en dos estadios. El Racing Valverdeño, cuarto clasificado, se medía en su feudo al Valdelacalzada, tercer clasificado. A los locales una victoria les clasificaba. Esperando el error estaba el Arroyo de San Serván. Necesitaba un pinchazo del Racing y ganar en Alburquerque, un campo tremendamente difícil. Hasta aquí, todo normal.
El circo apareció –nos describe el cronista del diario Hoy- en el inicio de la segunda parte. Racing Valverdeño y Valdelacalzada empataban a uno, mientras el Twitter oficial del San Serván (des)informaba de la derrota de su equipo en Alburquerque en estos términos: «Pinta mal la cosa. Jugaremos toda la segunda parte con uno menos, penalti y expulsión de Kouba (el portero). Perdemos 2-0, decaen los ánimos.». La información corre como la pólvora –señala de nuevo el cronista – por el municipal de Valverde de Leganés, que por momentos celebran el pase a playoff.
Al finalizar el choque, el San Serván cuelga en su Twitter la victoria 0-1 en Alburquerque, dejando estupefacto a todo el plantel del Racing Valverdeño que pensaba que el partido estaba resuelto en contra de los de Arroyo. «La verdad es que nos han engañado bien. El empate nos valía y el Valdelacalzada era un gran rival, no teníamos por qué arriesgar», confesaba Juan Pegote, técnico del Racing, reconociendo la buena industria del engaño: “Había unas listas con todos los resultados y aparecía siempre la derrota por 2-0 del San Serván.”
En la actualidad las nuevas tecnologías han suplantado al BOE. ¿Quién lee ya esa gaceta, que ni se imprime en papel, entre otras cosas, por una baranda muy pionera que se lo fumó? Hoy el BOE es el Twitter, el Facebook y demás redes que enredan. No obstante, los detentadores del BOE no se resignan a mandar sin tan poderosa arma. Un poco de pedagogía. ¿Saben ustedes que es un decreto-ley? La descomposición de “la mejor Liga del mundo” era un secreto a voces.
La presente legislatura que languidece a las puertas de las anchas vacaciones de Sus Señorías ha perdido la oportunidad de reformar la actual Ley del Deporte de 1990 y de gestionar democráticamente el negocio del fútbol. ¡Un oxímoron! Si todos los actores implicados interesaban la actuación del gobierno, está claro que este se ha mojado tarde y mal.
El Ejecutivo tiene la autoridad para imponer la ley a aquellos estamentos alérgicos al fin de sus privilegios, ese “complejo ecosistema que salvaguardan de manera celosa” la FIFA y sus 209 filiales planetarias, según la propia consideración preliminar del Decreto –Ley de las discordias. Tampoco necesitaba ocultar su contenido ni publicarlo en vísperas festivas, muy acorde a la tradición castiza. Tiempo ha habido de gestionar con transparencia.
Pero la realidad de los negocios se mueve por las aguas profundas en que habitan los tiburones (en la misma fecha del publicación en el BOE Telefónica engullía el 56% de Canal Plus). De ahí, el uso del BOE como arma arrojadiza, como una ficción legal que necesita muchas hojas virtuales de esa gaceta para justificar una intervención estatal, tal vez necesaria, pero no debidamente encauzada.
El Twitter de un modesto club perdido en las dehesas pacenses, con unos pocos caracteres, ha resultado más eficaz.
La farsa de una nueva guerra está servida. Tenemos los dirigentes más enanos del circo mundial y los payasos más crecidos.