Por Juan de Dios Crespo Pérez //

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Hace solo unos días, el Ministro de Deportes ruso anunciaba unos cambios en la construcción de los estadios del Mundial de fútbol de 2018. A pesar de que, en enero pasado el Presidente Putin aseguraba al de FIFA, Blatter, que nada iba a cambiar, una cosa es la política internacional y otra la economía.

 

Con el boicot y las sanciones de los Estados Unidos y de la Unión Europea a Rusia por su actuación en Ucrania, la economía del gigante se ha venido sino abajo, sí en franca problemática. El cambio del rublo, más débil ahora, hace que los costes de los materiales de importación para la construcción sea mayor y se ha alentado a que se consuman productos rusos para la misma, desechando a los extranjeros.

 

No se trata solo de abaratar esos costes directos con materiales más baratos y del país, sino que el Ministro ha manifestado que las cláusulas de los contratos podrían “adecuarse” a la situación actual. Ello significaría, entre otras cosas, “cambiar algunas soluciones técnicas”.

 

Estamos acostumbrados al neo-lenguaje político, que nunca dice nada o si lo dice parece que sea lo contrario a la realidad y aquí, también, pasa lo mismo y esos cambios técnicos supondrán cambiar el diseño de los estadios, así como lo más fácil de tocar, como los techados que habrán de ser retocados a la baja.

 

Parece también que la capacidad de algunos de ellos, en las once ciudades sede, será rebajado. Y es que el Mundial de Rusia está basado y subvencionado por el presupuesto estatal y aunque se quiera dar una imagen de tranquilidad, las modificaciones están ya ahí y no cambiarán aunque mejore la economía o acaben las sanciones, ya que la competición está ya cerca en el tiempo.

 

Un ejemplo claro es el de la ciudad de Saranks, a casi 500 kilómetros de Moscú, cuyo nuevo estadio y hoteles de lujo iban a transformarla de una lugar provinciano a llegar a ser conocida en el ámbito internacional. Pero, tendrá que ser para otra ocasión ya que las rebajas se harán dónde menos se vean y no serán ni Moscú ni San Petersburgo los que más tengan que dejar de lado en esa crisis.

 

Esperemos que, por lo menos, no se rebajen las calidades y se tenga seguridad en todo… Solo faltaría que los rusos llamaran a Pepe Gotera y Otilio (para los más jóvenes, unos chapuzas de tebeo) para que, en un santiamén acabaran de rematar los campos.

 

No quiero finalizar sin homenajear a Eduardo Galeano, recientemente fallecido y al que recordaré como autor de cuentos de fútbol y gran hincha del balompié, lo que desmiente que un intelectual no pueda gustar del otrora llamado opio del pueblo. Lean el volumen “El fútbol a sol y sombra” y llévense llevar por el embrujo de la prosa del uruguayo. Pasarán un gran rato.

 

Nota del autor: publicado en Marca.

 

Por IUSPORT

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