Por Javier Rodríguez Ten //

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Vaya por delante que siempre he defendido la primacía de la Ley, del Derecho, sobre las normas de FIFA, que en ocasiones no tienen en cuenta las singularidades y las competencias de los Estados, y se generan conflictos que cuando son «uno a uno» gana FIFA por las presiones ejercidas, pero que cuando se plantean ante la UE sólo tienen una dirección: la de Bosman en su día: el Derecho comunitario.

 
Sin embargo, hay que entender a una asociación privada suiza que tiene el gran mérito (indiscutible) de que el fútbol sea lo que es actualmente. Y parte de ese mérito es la política reguladora y unificadora a nivel mundial, por dos motivos: porque muchos países no cuentan con normas de cobertura suficientes o un entorno democrático adecuado, y porque si bien cada país tiene una legislación, al final los jugadores y los equipos se interrelacionan continuamente y las reglas del juego de esos contratos y relaciones deben ser homogéneas de algún modo. Además, ello garantiza que el poderoso no abuse del débil.
 
Es cierto que FIFA tiene imperfecciones, que comete errores (como todos), que se sirve de su prevalencia, que a veces tenemos sombras sobre algunas de sus decisiones… pero nadie puede negar su esfuerzo en todos los ámbitos (y son muchos) que envuelven al fútbol. Aunque a veces no se corresponda con las soluciones de los Estados, o de algunos Estados.
 
¿Qué sería del fútbol sin una normativa internacional que protegiera, aunque sea de alguna manera, a los menores? ¿O que no garantizara a los formadores una compensación por su labor? ¿Que permitiera pactos antideportivos entre los equipos? ¿Que posibilitara la libertad total de pactos a todos los niveles, como si los jugadores y entrenadores fueran trabajadores del sector del automóvil en vez de competir entre sí, formando parte de proyectos complejos, nacionales e internacionales, de vigencia limitada en el tiempo como es la temporada? El caos, el abuso y que el fútbol no sería lo que es.
 
«Lo» del FC Barcelona ya lo he comentado, y ahora dedicaré unas líneas a lo de Courtois. Una cesión de un jugador es un acuerdo entre dos equipos, por el que el propietario de los derechos federativos los cede temporalmente para que el jugador actúe durante un tiempo en otro club. Puede conllevar una contraprestación o no, se puede asumir la ficha del mismo total o parcialmente o no… y se puede condicionar la participación en los encuentros mutuos o no (contractualmente hablando). Lo que es indudable es que esa «cláusula del miedo» es del todo antideportiva, porque merma a un equipo de uno de sus efectivos en un determinado partido (¡y menudo partido!), alterando la integridad de la competición; ahí lleva razón FIFA. Contractualmente válida, deportivamente ineficaz… nada pasa si juega, todo se puede pensar si no lo hace… desconociendo lo que dice el contrato, que al parecer no lo prohíbe sino que sencillamente establece una cláusula penal, como la que incrementa el precio si juega una serie de partidos o consigue un número de goles. Más complejo aún.
 
Y digo yo: aun comprendiendo el bien jurídico protegido por FIFA… ¿no se puede pensar también que un jugador cedido que juega contra «su» club se encuentra en un verdadero papelón, y que casi es mejor quitarle la responsabilidad de que si es determinante para la victoria puedan echárselo en cara en su retorno al club, y que si lo es para la derrota, se piense que se hizo para beneficiar los intereses para su propietario? A lo mejor esa cláusula no está tan mal, vamos a reflexionar…
 
Lo que sí creo es que si cada vez que FIFA adopta una decisión comenzamos todos (yo el primero) a analizar la misma desde la óptica del Derecho comunitario (laboral, competencia, etc.) y desde la del Derecho patrio, para dilucidar si la misma se ajusta o no a «nuestro» Derecho… nos cargaremos el invento. Ha pasado con los agentes, que tenían una regulación mejorable pero que no era ni mucho menos mala, y que ahora no la van a tener ante el hastío de FIFA de tener que ver cómo la UE y los Estados dejaban en papel mojado su Reglamento de agentes. Ahora «todos» están criticando la decisión, porque se prevé el caos y un incremento en el número de abusos… 
 
Sinceramente, espero que FIFA no desregule el fútbol porque sería el fin. A pesar de todo. Pero si cuestionamos contínuamente cada norma y cada decisión, acabará sucediendo.

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