[Img #5439]Habitualmente ya ocurre, pero al echarse encima el verano, resulta verdaderamente ineludible ojear las portadas de la prensa deportiva, por aquello de «ver qué se cuece». Sin lugar a dudas, en esta época del año, el tema candente son los fichajes, y por lo general, el deporte que copa esas portadas es el fútbol, con permiso de alguna que otra excepción.

Habiendo asumido la notoriedad del mercado de fichajes en el mundo del deporte y su correspondiente preeminencia respecto de otras wp_posts de interés en las páginas principales de la prensa, surgen algunas cuestiones. Suponiendo que las wp_posts sean ciertas, que eso es harina de otro costal, realmente, por qué se ficha tanto y por precios tan desorbitados? Es necesario? Popularmente, la duda se podría justificar aduciendo que los equipos deben renovarse, que deben mejorar aprovechando nuevas incorporaciones, que deben prepararse mejor para la competición, y que tales objetivos se deben conseguir a toda costa para seguir siendo competitivos y para que todo salga bien durante la temporada que pronto empieza. Ni que decir tiene que todos esos argumentos son lícitos.

Es más, son extremadamente coherentes en un mundo tan altamente competitivo como es el del deporte de élite. Ahora bien, en cuantas ocasiones se ha preguntado uno: realmente era necesario fichar? Y éstos para que fichan, con el equipazo que ya tenían? Y a éste para que lo fichan, si en su posición ya tienen a dos? Así, parece no disonar demasiado en nuestros oídos la expresión «es que se ficha por fichar». Curiosamente, en ocasiones parece como si una suerte de opinión social generalizada, valedora de los fichajes, fuera la que impulsara o empujara a los equipos a hacerlo, aunque tal cosa fuera innecesaria. Pero estos fichajes, que pudieran parecer baladíes, en ningún caso deben tomarse a la ligera.

Como se ha dejado caer previamente, en la élite las cantidades abonadas son insultantes, a pesar de que los que las reciben suelen estar exultantes. Hace tiempo que el mercado de fichajes en el fútbol se volvió loco. Se ficha sin ton ni son, y no mucha es la gente que, estando en el «mundillo», se para a pensar por qué fichan los equipos teniendo en cuenta, en ocasiones, la innecesaridad de las operaciones, máxime sabiendo los posibles fines sociales que cualquiera con dos dedos de frente podría encontrar para las cantidades por las que se efectúan los traspasos.

Sin pretensión alguna de incurrir en demagogia, nunca viene mal recordar que, según UNICEF, actualmente todavía mueren diariamente 1.400 niños menores de cinco años por enfermedades provocadas por la falta de agua potable. Si se reflexiona, el tema vendría a ser el siguiente. Si según UNICEF con 80 euros podrían beber agua potable 570 familias en Níger durante un mes entero, cuántos «Cristianos Ronaldos» o «Luises Suárez» serían necesarios para erradicar el hambre en el mundo? En aras de evitar el desprecio automático hacia el mundo en general, preferible es no hacer cuentas. Por lo ya dicho, reflexionando, estas líneas pretenden cuestionarse: por qué, sabiendo que en muchas ocasiones es innecesario, y sabiendo además que por muchos sectores sociales están mal vistos los desembolsos multimillonarios para contratar a personas-no se olvide-, se empeñan los clubes en seguir «fichando por fichar»?

Si bien es cierto que como entidades con ánimo de lucro los clubes pretenden conseguir beneficios, no lo es menos que sin fichar, en ocasiones, podrían obtener los mismos beneficios y, además, un reconocimiento social? Es en este punto donde cabe una explicación racional, planteada a partir de los parámetros del «dilema del prisionero».

 

Por «dilema del prisionero» se conoce en Derecho al paradigma justificativo de la existencia de normas jurídicas en el cual dos sujetos que son prisioneros por haber cometido un delito acaban actuando de la peor forma posible para el interés común de ambos, presuponiendo que se sigue un iter racional. Si uno de los sujetos confiesa la participación de ambos en el delito, él quedará libre y el otro será castigado con la pena de diez años de prisión. Si ambos confiesan, serán castigados con una pena de cinco años de prisión.

Y si ninguno confiesa, únicamente podrán ser condenados a dos años de prisión, por falta de pruebas. No hace falta calentarse mucho los sesos para observar que la mejor opción para los sujetos, por conllevar la pena más baja, es la de no confesar. Pero lo que la Teoría del Derecho dice es muy diferente; ambos confesarán. Y lo harán porque, asumiendo nuevamente la racionalidad en sus lógicas, el autointerés y la desconfianza nunca les llevará a tener como probable que el otro no lo haga. Cada uno de ellos, previsiblemente, pensará: si el otro confiesa, yo debo confesar, pues la pena que se me impondrá será menor (en vez de diez, serán cinco años). Pero si el otro no confiesa, yo también debo confesar, ya que de esta manera quedaré libre. La conclusión no es otra que los sujetos acaban actuando de la forma más perjudicial e ineficiente, ya que, como se ha visto, la mejor opción para ambos es la de no confesar.

Es aquí donde las normas jurídicas deben incidir, estableciendo sanciones para quienes no cumplan con sus obligaciones, y premios para quienes cumplan.

Como habrá podido advertir el lector, el anterior teorema es de posible extrapolación al mundo de los fichajes en el fútbol. El razonamiento que explica el fenómeno viene a ser el mismo. Los equipos fichan por miedo a que los otros fichen y se preparen mejor que ellos. No existe ni un club de fútbol que piense que los otros no van a fichar. Y si así fuera, ese club acabaría fichando por pensar que de esa manera podría llegar a ser más competitivo que los demás. Así, si el Madrid piensa que el Barça no fichará, acabará fichando para obtener una ventaja competitiva frente a su máximo rival, que se habría quedado estancado con la misma plantilla. Pero si piensa que el Barça fichará, él también hará lo propio, para no ser menos e intentar salir más beneficiado que el rival. Pero, qué pasaría en el caso de que ninguno de los dos fichara?

 Alguien puede asegurar que los beneficios no serían mayores? Se ahorrarían el importe del traspaso y la ficha de los nuevos jugadores, que podría invertirse en otros muchos proyectos de igual o mayor beneficio. Su popularidad no descendería (simplemente quedaría intacta), e incluso podrían utilizar el dinero de un supuesto traspaso (ni que fuera una ínfima parte de la cantidad) a colaborar con alguno de los fines humanitarios que se han mencionado anteriormente. En los casos en que fichar fuera necesario esto tiene menos cabida, pero nadie puede negar que en los casos en que las nuevas incorporaciones redunden, estas medidas no perjudicarían económicamente a los clubes, y claro está que socialmente aumentarían exponencialmente su popularidad, pues el eco en los medios de comunicación sería bestial. Imagínense: «Este año el Fútbol Club Barcelona destina los 150 millones de euros disponibles para fichajes a ayudas humanitarias».

Pero no. Los clubes son «prisioneros» de sus ansias de poder y de sus aficiones, que cada vez piden más y más fichajes. No es ninguna locura plantearse que si algún año Barça y Madrid se pusieran de acuerdo en no fichar, nada cambiaría. Ambos seguirían en la élite del futbol mundial, y, además, se ahorrarían el derroche.

Estaría bien suponer qué ocurriría si una nueva ley obligara a los clubes con más de «X» capital a destinar parte de su presupuesto previsto para fichajes a fines sociales o a organizaciones sin ánimo de lucro. O aún mejor. Plantearse lo que sucedería si una ley incentivara de alguna forma a esos clubes a no «fichar por fichar», y a hacerlo de manera responsable, consecuente, y no desproporcionada, teniendo en cuenta las condiciones sociales en las que desgraciadamente se encuentra gran parte de la Humanidad.

Obviamente esta tesis cobra sentido, sobre todo, en el fútbol de élite, y teniendo en cuenta equipos de máximo nivel. Como se ha dicho, no se pretende hacer demagogia barata, sino simplemente reflexionar sobre la lógica de los equipos de fútbol al plantear sus incorporaciones, y sobre las consecuencias que ello tiene o podría tener.

Al margen de lo ya dicho, no está de más reconocer que a todos nos gusta que nuestro equipo fiche, y fiche bien. Las plantillas cada vez son más espectaculares, y se consigue cada vez con mayor facilidad que el espectador sepa cada vez menos hacia dónde mirar. Pero a pesar de ser «prisioneros» de los fichajes, y a pesar también del dilema ya comentado que conduce, en ocasiones, a soluciones ineficientes, los clubes deberían dejar de mirarse unos a otros.

En ocasiones no se trata tanto de mejorar lo que hay con elementos foráneos, sino de mejorar y desarrollar más lo que se tiene con los recursos presentes, que de por sí ya son excelentes. Por todo ello, no sería osado pedir a aquéllos que «fichan por fichar» que por favor: consuman, pero «consuman responsablemente».

Manuel Arenas

 

Por IUSPORT

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