Por Blas López-Angulo //

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El español es una lengua difícil. La usan mal los españoles y hay que ver, que les cuesta dominarla mil amores a los de fuera. No me extraña que el inglés haya prosperado como idioma internacional, como antes ocurrió con el indio. Debería la ociosa Real Academia Española suprimir el modo verbal subjuntivo para facilitar su aprendizaje a los no nativos.

Como afina en su última tribuna con “la punta de la lengua” el periodista Álex Grijelmo, el subjuntivo del español se ha especializado en la irrealidad. El indicativo, en cambio, prefiere ver la vida como es.”

En efecto, la irrealidad engloba la incertidumbre, la conjetura, la posibilidad, las emociones y las obligaciones (sobre todo si no se han cumplido). Es decir, el subjuntivo representa lo subjetivo, frente a la sensación de objetividad del indicativo.

Aplicada al fútbol, realidad y superrealidad nacional, esa dicotomía gramatical entre lo real e irreal con la llegada de la primavera, la estación veraz, cobra sentido: las tablas clasificatorias se clarifican, indican cual es la verdadera situación de los equipos, señalan con el dedo índice los desmanes del subjuntivo y sus torpes conjeturas. Ya nadie te creerá, entrenador, cuando restan menos de treinta puntos y has desperdiciado cincuenta, de que la cabeza está a tiro en modo subjuntivo.

Por el contrario, los puntos hablarán por el que no haya lanzado las campanas al vuelo, en modo indicativo. Algunos equipos de campanillas en la división del bronce ya están clasificados para los playoff, no es que pudiera ser que estén: ¡el Oviedo, el Cádiz, el Murcia y el Nàstic de Tarragona estarán (futuro de indicativo).

Por supuesto, que el Madrid y el Barça están y estarán en Europa. Algo tan omnipresente que deroga con vehemencia el indeciso modo verbal del subjuntivo. Bienvenido sea el modo directo y claro del indicativo. Demos gracias al equinoccio primaveral que nos desvela la realidad y desmiente lo irreal.

 

Y un toque a los plumillas que confunden el parón navideño con este eclipse, tan solo parcial, que poco tuvo que ver con la Semana Santa, sino con las competiciones de las selecciones nacionales.

Puede que la pensión Triana que canta el maravilloso Ruibal estuviese poco animada, que las que profesan la vida alegre se contarán sus penas a falta de…clientes, pero los futbolistas se pusieron las botas, desde luego, para saltar al mullido césped, no con otro tipo de saltos. A las procesiones religiosas las precedieron y siguieron las caravanas de coches y los aficionados hacia los estadios.

En Viernes Santo, este peregrino narrador subió a Ipurua y luego descendió en bendita compañía entre los seguidores eibarreses y los de Vallecas. Entre estos últimos pude distinguir al espigado presentador, Quique Peinado, de cuyo libro “Futbolistas de izquierdas” di doble cuenta en su día. La estampa no podía ser menos emotiva.

Entrañable que diría el ajado cronista. Portaba enconsertado ¡ un tierno bebé!, al lado su madre y amigos parroquianos. Bukaneros, vascos, fútbol: una explosión festiva y pagana entre botas de futbolistas y unas cuantas de vino, que el Dios Baco es el mejor alcahuete del sano bocata y de la concordia. Yo que miro los alrededores del fútbol, dibujo estas humildes estampas que procuran alejarse de los tristes tópicos y de las crónicas al uso.
Tampoco antes del Viernes Santo y en el resto de categorías hubo parón alguno.

O es que esas no cuentan tampoco para el acomodado plumilla, al que mi índice, cual verbo indicativo, señala.

 

CODA REALISTA. Este martes, miércoles y jueves… más fútbol. Me cruzo a la salida del Rayo-Real Madrid con Carlitos, el niño crecido al tiempo que la serie Cuéntame. Realmente no es del Atleti, sino del Real. Tampoco se llama Carlitos, sino Ricardo Gómez. Ganó su equipo, el Real Madrid, que es la realidad. Los voluntaristas hubiéramos deseado que ganara el Rayo. Puro subjuntivo.

Por IUSPORT

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