Por José Manuel Pazo //

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¿Recuerdan cuando hablábamos del Mundobasket masculino que se celebró en España hace pocas semanas? Los medios de comunicación encargados de cubrir el evento no hacían más que vendernos una final contra Estados Unidos, iba a ser el gran partido del Mundial, la redición de las finales olímpicas de Pekín y Londres, pero ahora, jugando en casa. Pues bien, aquella venta de humo acabó como acabó, con Francia borrándonos del torneo y todos en casita con cara de tontos esperando para ver el España – Estados Unidos que nunca se jugó.

 

En las últimas dos semanas nadie nos ha vendido nada, pocos sabíamos que se estaba celebrando el Campeonato del Mundo de baloncesto femenino en Turquía. Pocos teníamos constancia que el mes de septiembre un grupo de chicas repartidas por Turquía, Rusia o la República Checa (ya saben como está lo de ganarse la vida con el deporte femenino en España) se juntaron tras sus vacaciones en España para preparar su Mundial mientras veían todas juntas a los chicos estrellarse en el suyo. Se prometieron a sí mismas que a ellas no les pasaría lo mismo y guiadas por su entrenador, Lucas Mondelo, nos regalaron la final que la prensa nos había prometido hacía un mes, el España – Estados Unidos.

 

Hay similitudes entre la selección femenina y la masculina, ambas irradian buen ambiente entre sus componentes. Pero más allá de eso, acierto a ver poco parecido más. Mientras nuestra selección masculina se compone de grandes estrellas de nuestra liga ACB y jugadores NBA, la selección femenina se reparte por importantes equipos europeos como Galatasaray o Ekaterimburgo, una pequeña representación de la liga española y una sola jugadora en la WNBA, Sancho Lyttle en Atlanta, además de la joven promesa Leticia Romero que milita en Florida State de la liga universitaria americana y que apenas ha jugado diez minutos de este Mundial. Aquí no hay egos, no se les pregunta a las jugadoras a quién hay que poner de seleccionador, ni se toman las decisiones con el único objetivo de que las estrellas no se enfaden y acudan a la selección, las chicas siempre quieren ir a la selección, no hay tantos intereses económicos como en la masculina, la selección es lo máximo, cuando hablamos de las chicas seguimos hablando de deporte. Y el hecho de seguir hablando de deporte es un detalle fundamental. En la preparación de la selección masculina primaron intereses económicos, mientras que en el caso femenino los intereses que priman siempre son los deportivos, porque todos sabemos que si las chicas caen en cuartos por una mala preparación nadie va a hablar de ellas.

 

Pero la diferencia más notable con respecto a la selección masculina del último Mundial, es que estas chicas sí tenían un líder. Podemos hablar de que Pau Gasol o Juan Carlos Navarro son los líderes de la selección masculina, estaríamos equivocados. Pueden ser los líderes del equipo en la pista, los que tienen que tirar del carro, su rol en la femenina lo pueden llevar Alba Torrens (si algún día quieren disfrutar viendo a alguien jugar a baloncesto permítanme recomendarles sentarse a ver jugar a Alba Torrens), Laia Palau de la que cuenta la leyenda que un día tomó una decisión errónea, creo que fue en infantiles, o Sancho Lyttle que puede dar un clínic de como se capturan rebotes, pero no son el faro del equipo, la persona en torno a la que todo gira, el guía espiritual, el que toma la decisión final de lo que hay que cambiar cuando algo no va bien, el que habla y todas escuchan, ese es Lucas Mondelo.

 

Si nos parásemos a comparar un tiempo muerto pedido por Orenga en el último Mundobasket y uno solicitado por Mondelo, apreciaríamos muchas diferencias. Mientras Orenga tiene que pararse a reclamar la atención, titubea, duda al exponer en la pizarra y los jugadores hablan entre ellos, Mondelo habla, expone con claridad y alenta a las suyas mientras sus jugadoras escuchan con atención desde el primer momento. Mientras un jugador masculino sale a jugar dudando entre si tiene que hacer lo que le ha dicho Navarro, lo que explicaba Orenga o lo que él mismo estime oportuno, una jugadora sale a jugar con las ideas claras y sabiendo que todas sus compañeras saben a lo que van a jugar. Las pautas de un entrenador podrán ser mejores o peores, pero si todos tus jugadores las entienden y las llevan a cabo estaremos ante un equipo, si no es así lo más que tendremos será un grupo de buenos jugadores, pero jamás un equipo.

 

Todas estas ideas me vinieron a la mente viendo la semifinal del sábado frente a Turquía. Las nuestras estaban sufriendo por primera vez en el Mundial, en el segundo y tercer cuarto llegamos a estar siete puntos abajo. En esta situación del tercer cuarto, Lucas Mondelo pidió un tiempo muerto, de primeras una bronquita para espabilar, reclamó tranquilidad ofensiva y pidió mas “camiseta” (nombre en clave para una pauta de juego ofensivo), alentó a las suyas y a jugar. Sólo habló él. Laia Palau estaba con cuatro faltas y mucho cansancio, Silvia Domínguez no estaba bien, le dio la manija del equipo a la tercera base, Nuria Martínez y ésta respondió. España se marcó un parcial de 9-0 favorable, con una Alba Torrens exuberante, para irnos dos arriba al final del tercer cuarto. Y el último cuarto fue un ejemplo de como funciona un equipo cohesionado en defensa y en ataque, con las ideas claras y todas las jugadoras remando en la misma dirección. Aún hubo tiempo para ver en acción a Lucas Mondelo. A falta de poco más de dos minutos para el final España tuvo un momento de sesteo, tras irse de doce puntos en el marcador y sentenciar la semifinal, las turcas se marcaron un 4-0 de parcial y se ponían a ocho puntos, se podía complicar el partido, había que parar y Lucas paró. Pidió tensión y dio la clave, “ahora sólo jugamos ‘cabeza’, da igual como nos defiendan, si ponen zona, ‘cabeza’, si van a individual, ‘cabeza’”. El líder dio la clave, sus pupilas escucharon y aplicaron sobre la pista y el último minuto y medio fue prodigioso. España jugó con Turquía como si fuese un juguete. Les hizo la última canasta, se fue a doce de diferencia, después Turquía anotaba dos tiros libres y balón para España, faltaba algo menos de un minuto y Turquía no volvió a tocar el balón. “Cabeza”, jugadoras abiertas, pases rápidos, apenas hay bote y siempre aparecía una jugadora española sola bajo el aro. La primera vez apareció Marta Xargay, falló una canasta infallable, pero recogió su propio rebote y cuando lo lógico es enmendar el error y anotar la canasta, se le iluminó la bombilla, volvíamos a tener 24 segundos de posesión, balón a Laia Palau en el base y a empezar de nuevo. Esta acción se repitió una vez más. No me preguntéis por qué, pero esas dos acciones sumadas a una anterior en un rebote de Laura Nicholls que también prefirió sacar para mantener la posesión, me llevaron a comprender que estaba ante un verdadero equipo en el que todas iban en la misma dirección y un líder las guiaba desde el banquillo, y pensé qué habría sido del partido de cuartos ante Francia en el Mundial masculino, si hubiese habido un líder capaz de ganar el partido desde el banquillo, que hubiese marcado las pautas y tomado las decisiones necesarias para cambiar la dinámica negativa del equipo.

 

Luego llegó la final del domingo ante Estados Unidos que hay que tomar como un premio, las nuestras salieron nerviosas, pero hicieron un gran segundo tiempo y dieron la cara, como dijo Lucas Mondelo: “Hemos obligado a Estados Unidos a ganar el oro, lo que no queríamos era regalárselo”, y aunque no lo parezca, eso ya es mucho. Caras felices en el podio, medalla de plata merecida y nuestra final ante Estados Unidos, y todo gracias al líder. En España, las chicas, siguen tirando del carro.

 

José Manuel Pazo  

Por IUSPORT

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