Hace tiempo que teníamos ganas de comentar la bravuconada (otra más) de los norteamericanos al denominar Football, en lugar de Rugby americano, a un deporte que se parece poco al inventado por los ingleses con aquel nombre en el siglo XIX y que ellos llaman Soccer (manda h.), pero nunca pensamos que sería en un contexto tan triste.
Y es que, nombres aparte, la brutalidad del llamado Fútbol americano (ellos le llaman simplemente Football, vaya cara), ha llegado al cenit. Un reportaje del diario El País recoge unas declaraciones del presidente de la Sociedad Española de Traumatología en el Deporte, Fernando Baró, en las que expone que “el problema es la repetición de golpes, que puede llevar a demencia o cuadros degenerativos por acumulación de traumas. Y, en casos extremos, la muerte”.
Ante el cúmulo de evidencias, a la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL) no le ha quedado otra que llegar a un acuerdo con los jugadores para desactivar una demanda colectiva que ponía en riesgo la continuidad del deporte más popular de Estados Unidos. El acuerdo implica un pago total de 765 millones de dólares (algo más de 600 millones de euros) a más de 4.500 jugadores retirados.
El reportaje del diario El País da cuenta de que los exjugadores reclamaban desde 2011 daños y perjuicios por las secuelas de los traumas y daños cerebrales producidos. Acusaron a la liga de ocultar durante muchos años los peligros que corrían por los golpes continuados sin advertirles, por ejemplo, de que podían sufrir un daño irreversible si volvían a jugar sin un mayor descanso después de una conmoción. Casos de demencia, depresión, alzhéimer y suicidios han llevado el problema a un límite que la NFL no podía sostener.
El acuerdo, que se produce cuando faltaban días para que el juez federal dictara sentencia y a una semana de que comience la temporada, incluye el compromiso de la NFL de reservar algo más del 10% de los 765 millones de dólares para investigación y estudios médicos.
Otro dato que revela la mentalidad de los rectores de la NFL es la tardanza en llegar a un acuerdo cuando la cantidad pactada es una minucia para los ingresos de un tinglado que mueve unos 10.000 millones de dólares anuales (algo más de 7.500 millones de euros).
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