Felip Company
Doce de junio de 1984. SĆ©ptimo partido de los Playoffs finales de la NBA. Con el termómetro ambiental a punto de estallar āpolĆ©mica averĆa del sistema de aire acondicionado aparte- el transcurrir de los Ćŗltimos segundos desata la euforia en el Boston Garden. Casi sin aguardar a la conclusión, el pĆŗblico, exultante, invade masivamente la pista, mientras los jugadores tratan afanosamente de llegar al vestuario.
No es para menos. Respaldado por su agresiva defensa, el Celtic Pride ha noqueado, contra pronóstico, al Show Time angelino, con Cedric Maxwell ācon 24 puntos, 8 rebotes y otras tantas asistencias-, como inesperado invitado a la fiesta y Larry Bird como implacable ejecutor.
Bird, a sus veintisĆ©is aƱos, posiblemente en la mejor forma de su carrera ,ha dado una soberana exhibición en las series, dominando todas las facetas del juego ācon 27 puntos y 14 rebotes de media-, aƱadiendo al MVP de la temporada regular el de los Playoffs finales, superando a su entonces archienemigo Magic Johnson y demostrando que no le hacĆa falta saltar demasiado para efectuar sus famosas fintas en el aire- el llamado Double Pump, uno de sus muchos recursos, aunque en una ocasión, durante la retransmisión de un All Star Game, tras una canasta suya precedida de dicho gesto tĆ©cnico, el comentarista Pedro Barthe se atreviera a preguntar a Wayne Brabender: ā AhĆ ha tenido mucha suerte, Āæno Wayne?ā. Genial la fulminante rĆ©plica de Vicente Salaner: āLo repite demasiado a menudo para que sea suerteā -.
La hostilidad entre ambas escuadras llegó a ser descomunal. Baste observar las palabras de un sincero Cedric Maxwell al referirse a Magic: ā Ā“Cheesy JohnsonĀ“, asĆ es como le llamĆ”bamos. Porque odiĆ”bamos su sonrisa. Esa sonrisa era el poster que podrĆamos poner en la pared para lanzarle dardos, porque la odiĆ”bamos realmente.ā
Por ello, en pleno festival de la celebración verde, las caras de Magic Johnson- a quien aquel dĆa Kevin Mchale apodó burlonamente āTragic Johnsonā āy Kareem Abdul Jabbar reflejan algo mĆ”s que dolor. No sólo no han estado a la altura de lo esperado, sino que han sido batidos por su mĆ”ximo oponente y sienten la derrota como una dura humillación. Como reconocerĆa posteriormente Magic: āTe sientes frustrado cuando sabes que eres un mejor equipo, pero especialmente porque Larry me ganó. Me llevó largo tiempo asimilarloā.
Aquella noche, a mĆ”s inri, tuvieron que pernoctar en Boston durante los festejos. Mientras Magic estiraba la madrugada en compaƱĆa de sus amigos Isiah Thomas y Mark Aguirre, a sus treinta y siete aƱos, un solo pensamiento ocupaba la mente de Kareem : āRevenge is a dish best served coldā.
Nueve de Junio de 1985. El viejo Boston Garden, nuevamente, como inmejorable escenario. Tras āairballā de un lesionado Larry Bird -con molestias en su codo-, Michael Cooper saca rĆ”pidamente de fondo. Apenas 1:27 para la conclusión, y Los Angeles Lakers -diez arriba- acarician el anillo.
En medio de un griterĆo atronador, Magic sortea sin dificultad la presión a la desesperada de los cĆ©lticos y, con el tiempo de posesión a punto de consumirse, halla a su mejor aliado, Kareem Abdul Jabbar, quien, pese a encontrarse a cinco metros del aro, ejecuta con precisión su proverbial Skyhook. De repente, cesa el bullicio. Los espectadores enmudecen, mientras el, habitualmente imperturbable, pivot corre alborozado, brazos en alto, hacia su cancha. Durante unos instantes el universo entero parece haberse detenido. Es la sentencia. La venganza.
Pero el momento culminante llega segundos despuĆ©s. Tras cometer su sexta falta personal Jabbar se retira con honores al banquillo y, mientras es agasajado como un hĆ©roe por los suyos, la docta āCatedralā del baloncesto se rinde a su legendaria figura premiĆ”ndole con un mayoritario y sentido aplauso.
Aunque Magic y James Worthy actĆŗan de forma sobresaliente, es el veterano ā centerā, a sus treinta y ocho aƱos, el verdadero dueƱo del encuentro. No son solamente sus 29 puntos ā 18 de ellos en la segunda parte- sino el brutal influjo que su mera presencia tiene en compaƱeros y rivales.
Tras ser arrollado por Parish en el encuentro inaugural ā quedĆ”ndose en 12 puntos y 3 rebotes- reaccionó con el orgullo de los mĆ”s tenaces competidores, promediando 30,2 puntos, 11 rebotes, 6,5 asistencias y 2 tapones en las victorias de su equipo ā habĆa, previamente, concluido la temporada regular con una media 22 puntos y 7, 9 rebotes con un porcentaje de acierto del 59,9 %-. Pero, ni siquiera sus brillantes estadĆsticas alcanzan a reflejar su memorable clinic de liderazgo, colocación, visión de juego y sabidurĆa para efectuar el esfuerzo preciso en el tiempo oportuno.
Como si de un āDorian Grayā de 2Ā“17 y 102 kg se tratara, su retrato baloncestĆstico seguĆa fiel a los trazos de aquel reciĆ©n llegado que fue MVP en 1971, guiando con Oscar Robertson a los Milwaukee Bucks hacia un tĆtulo, a priori, impensable. Casi diecisĆ©is aƱos desde su debut en 1969 sin apenas merma fĆsica.
Como decĆa Bob Dylan, los tiempos estaban cambiando, pero algo permanecĆa inalterable. Mientras otro ex alumno de UCLA- Jim Morrison- pregonaba la llegada del final y se convertĆa en el Lizard King; Joy Division irrumpĆa para gritarle a toda una generación que Love Will Tear Us Apart; y David Bowie nos maravillaba con cada uno de sus registros, un gancho reinaba incombustible en el cielo de la NBA. Un prodigio de la naturaleza y del esmerado cuidado de su anatomĆa, a travĆ©s de disciplinas poco habituales entre los baloncestistas como el yoga o las artes marciales.
Mi primer Ćdolo en la liga profesional estadounidense no serĆa Magic Johnson, ni Michael Jordan, ni tampoco Larry Bird, sino aquel poco expresivo y larguirucho pivot, que portaba aquellas extraƱas gafas -luego supe que no eran graduadas sino que su Ćŗnico objeto era proteger sus ojos del vaivĆ©n de codos bajo los aros- , con un juego de pies y una capacidad de pase al alcance de muy pocos āhombres altosā, que poseĆa el tiro mĆ”s bello y tĆ©cnicamente dificultoso que jamĆ”s habĆa presenciado: el Skyhook.
Nadie ha sido capaz de jugar a ese nivel con esa edad durante unos Playoffs finales. A tĆtulo de ejemplo, en ese mismo punto de su trayectoria Hakeem Olajuwon tuvo una presencia casi testimonial ā11,9 puntos y 7,4 rebotes con un porcentaje del 49, 8%-, mientras que otro paradigma de longevidad como Tim Duncan, logró 16 puntos y 9Ā“2 rebotes , con un porcentaje del 52,3%.
Su Ćŗltima etapa le sirvió para afianzar un afecto popular que, por su carĆ”cter reservado, le habĆa sido algo esquivo, aunque siempre gozó de un respeto reverencial en el seno de su equipo. Cuando en las dos temporadas precedentes a su retirada en 1989- disputadas bĆ”sicamente por motivos económicos- ante su paulatino declive, gran parte de la prensa puso en entredicho su titularidad, su tĆ©cnico, Pat Riley, zanjó el tema con rotundidad : ā No podemos dejarle al margen . Es una leyenda.ā
Nacido Ferdinand Lew Alcindor, Kareem Abdul Jabbar consiguió tres campeonatos Universitarios con UCLA, siendo su ātiranĆaā uno de los principales motivos de la prohibición del mate en la NCAA entre 1968 y 1976 -la denominada ā Lew Alcindor Ruleā-; ganó seis anillos de la NBA y disputó la friolera de diecinueve All Star Game en sus veinte campaƱas en activo, durante las cuales vio desfilar hasta a seis presidentes norteamericanos; continĆŗa ostentando, a dĆa de hoy, el record de puntos, rebotes y tapones en la historia de la competición; e incluso hizo sus pinitos en el SĆ©ptimo Arte, enfrentĆ”ndose en combate a Bruce Lee en Game of Death e interpretando al piloto gruñón Roger Murdock en Airplane -la cĆ©lebre Aterriza como puedas-. Conoció la gloria en sus mĆ”s agradables y pomposas manifestaciones. Pero aquella emotiva tarde de Junio de 1985, su larga y delgada figura alcanzó la cumbre. Sólo los mĆ”s grandes reciben el tributo admirado de su mĆ”s enconado adversario.
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