Para los que dicen que las redes sociales son inútiles, hoy me encontré un inmenso artículo en el perfil de un estudiante del Máster de Periodismo Deportivo de la Pompeu Fabra, Roi Ferro, del maestro Miguel Delibes. Habla sobre la violencia en el fútbol y está escrito antes de que naciéramos los de la generación del 90. A los clásicos hay que leerlos y releerlos siempre.
Es la única respuesta que tenemos los ignorantes ante los males presentes. Aquí dejo este inmenso artículo de rabiosa actualidad, que explica que el problema de la violencia en el deporte no reside en el mero insulto como creen Tebas y Cardenal, sino que es una cuestión profunda del fútbol como deporte y que necesita revisión, reflexión y cambio.
"El escritor García Hortelano declaraba hace unos días en Televisión Española que, a su juicio, la progresiva falta de espectadores en los campos de fútbol obedecía a la violencia de este deporte; no a la violencia del público en los estadios y en la calle, de la que tanto se viene hablando, sino a la de los propios jugadores en el campo.
Yo creo que García Hortelano no va desencaminado. Quizá sea excesivo de momento llamarlo violencia, pero, evidentemente, lo que a la gente empieza a molestarle en este espectáculo del fútbol es el hecho de que el jugador mediocre se habitúe a cortar la jugada de un jugador notable mediante el empleo de malas artes con el convencimiento de que es un hecho natural. Hubo un tiempo, futbolísticamente feliz, en el que ambos conjuntos saltaban al campo a ganar; las alternativas en dominio y marcador creaban una tensión que hacía vibrar al público, lo distraía y llegaba incluso a apasionarlo. Hoy, la actitud conservadora, puramente defensiva del noventa por ciento de los equipos, incluidas las selecciones nacionales, ha enfriado al espectador. El público está cansado del juego sin gracia, mecánico y destructor y ante la falta de agresividad y goles, prefiere quedarse en casa.
Pero en este proceso de desencanto, el público que aún permanece fiel está derivando del aburrimiento a la irritación. Las técnicas de contención no son solamente cerradas, antiestéticas y duras, sino sucias, literalmente reprobables. Por evitar los goles en su portería, el futbolista es capaz de cualquier cosa. Ante una situación comprometida, nadie vacila en darle una patada al adversario. Tales situaciones se hacen habituales, crean costumbre, hasta el punto de que el propio protagonista llega a quitarle importancia.
Incluso algún espectador que, por su posición, parece que debería comportarse con un cierto rigor didáctico, piensa que esas acciones son pequeñeces. No es infrecuente, por ejemplo, que algún comentarista de televisión justifique la zancadilla de un defensor a un delantero con la frase de que "no tenía otro remedio".
Esto quiere decir que el propio locutor, en determinadas circunstancias, cree que una acción que merece castigo es un recurso válido; cuando, en realidad, una acción de esta naturaleza es el reconocimiento público de la falta de recursos de un futbolista frente a la habilidad de su rival. Cuando se utiliza la fuerza bruta en lugar de los medios admisibles y hay quien lo aplaude o lo justifica, es la esencia misma del deporte la que está en juego.
Yo supongo que es a este tipo de violencia a la que se refería García Hortelano. Al renunciar al fútbol ofensivo y apelar a la táctica defensiva de la zancadilla y el patadón, el último resto de belleza que el fútbol conservaba se está evaporando. En cualquier caso, lo urgente es admitir que la violencia no sólo está en las gradas y que, sin dejar de luchar contra ésta, debemos poner los medios para evitar que el fútbol se pudra también por dentro."
Por Fonsi Loaiza
http://twitter.com/fonsiloaiza
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