Quedan 136 días en el, todavía vigente, calendario de un optimista Comité Olímpico Internacional (COI) para que la ceremonia de apertura inaugure los Juegos Olímpicos de Tokio.
Una edición cuya previa lleva varias semanas perdiendo atención mediática a medida que gana terreno la crisis del coronavirus. La llegada repentina a Europa del COVID-19 ha obligado a suspender todo el deporte en el Viejo Continente y parte de América. Sin embargo, el organismo que preside Thomas Bach se niega, quizás acertadamente, a tomar una decisión prematura a cuatro meses vista.
El organismo internacional no quiere precipitarse y se aferra a que en Asia oriental poco a poco está remitiendo la propagación de dicho virus para no despegarse de las previsiones más optimistas: que dentro de cuatro meses esa región tenga esa pandemia prácticamente controlada y neutralizada.
Pero el foco no solamente debe estar en el escenario, también en los actores. Puede que, en el mejor de los casos, Japón haya superado esta crisis sanitaria entrado el mes de julio, pero ¿qué importancia tienen los deportistas para el COI? ¿O qué importancia le da el COI a que se vean unos Juegos Olímpicos de calidad?
Por el momento se han suspendido multitud de pruebas clasificatorias para la gran cita. Se han pospuesto los preolímpicos de fútbol, natación sincronizada, waterpolo, remo, o boxeo, entre otros. Por lo tanto, el cartel de los Juegos todavía está incompleto. Estas pruebas se tendrán que celebrar en un tiempo máximo de tres meses para dentro de cuatro los clasificados poder acudir a Tokio. Pero estas suspensiones no han sido casos aislados.
Cada Federación mundial de cada deporte ha ido aplazando o suspendiendo sus competiciones, lo que lleva a que cada deportista haya tenido que entrenar de la manera que pueda. Y ahí es donde las reglas de cada Estado determinan el grado de preparación que permiten a los deportistas.
En el caso de los españoles, entrenamientos bajo mínimos, ya que, como ha denunciado el presidente del COE, Alejandro Blanco, debido al Real Decreto del estado de alarma, los deportistas no pueden salir a entrenar. De ahí que se avecinen los peores augurios sobre los resultados de los españoles a la cita de Tokio.
No ha habido rueda de prensa en la que a Thomas Bach no se le haya preguntado por la cancelación de los Juegos Olímpicos en los últimos quince días. Y aunque a medida que pasan los días, de cada vez lo descarta menos, el presidente del COI mantiene la cita olímpica.
Pero ya han sido multitud de deportistas de primer nivel y federaciones internacionales que han pedido su aplazamiento. La última, el Comité Olímpico y Paralímpico de Estados Unidos, una de las dos potencias de los Juegos, que ha confirmado que no habrá atletas de su país si no reciben el visto bueno por parte de las autoridades sanitarias.
Aunque desde el COI se tengan buenas previsiones sobre la desinfección del coronavirus en Japón, también tiene que escuchar a los verdaderos protagonistas. Si tendrán tiempo para conseguir su debida preparación o no.
Porque celebrar unos Juegos Olímpicos con unos deportistas faltos de entreno también es devaluar una cita cuatrienal, a la par que lanzar un mensaje poco conciliador con los valores olímpicos: preferimos celebrar los Juegos y no perder dinero a velar por la salud de los deportistas.
Los deportistas más anónimos ya lo han pedido desde hace varias semanas. También varias federaciones internacionales. El último organismo, nada más y nada menos, que el Comité Olímpico norteamericano. Por muy reluciente que esté el escenario, no se puede encandilar al espectador si no se ensaya. Bach tiene la última palabra y un día menos para decidir.
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