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La Federación aragonesa ya había denunciado las corruptelas de la RFEF en 2004

José Miguel Fraguela José Miguel Fraguela Martes, 25 de Julio de 2017

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Las sospechas sobre la gestión económica de la RFEF no vienen de ahora. Ya en el año 2004 más de cuatro millones de euros de un contrato firmado con Mediapark para la cesión de los derechos de imagen de los árbitros no llegaron a su principal destino final: la creación de la Escuela Nacional del Arbitraje (ENAF), con un equipo director a cargo de José María García-Aranda y varios colaboradores más, y la previsión de un organigrama similar, por áreas funcionales (técnica, asistentes, psicológica...), presente en todas las Federaciones territoriales y sufragado por la RFEF a través de este contrato.
 
 
Tras un par de convocatorias de los integrantes de la Escuela Nacional (ENAF), en las que al menos se abonaron los desplazamientos a los asistentes, el proyecto sencillamente pasó a estar formado por los integrantes del equipo rector de la RFEF (algunos generosamente retribuidos) y una sencilla página web; el organigrama territorial quedó relegado a lo que cada Comité territorial quisiera invertir en él.
 
Los fondos, sencillamente, desaparecieron o al menos nunca llegaron. Este hecho, y la falta de explicaciones por parte de la RFEF a los reiterados requerimientos de la Federación aragonesa y de su Comité de árbitros, motivaron la presentación por parte de los presidentes de ambos de una denuncia contra Villar, con entrada en enero de 2005 en el CSD y que tras una complicada tramitación en abril de 2006 fue inadmitida por Jaime Lissavetzky respecto de las pretensiones relacionadas con las mencionadas irregularidades económicas, dando por válidos argumentos como que el dinero de los derechos de imagen se había destinado al pago de la comisión del conseguidor del contrato o al pago del impuesto de sociedades de Mediapark.
 
 
El contrato contenía otros posibles destinos como ayudas sociales a los árbitros o un plan de pensiones de los que tampoco se supo más, y el asunto se solventó indicando que dichos hipotéticos incumplimientos deberían ser instados por Mediapark y resolver el contrato o ser denunciados por los árbitros cedentes de las cantidades (recordemos, sujetos a discrecionales ascensos y descensos), sin ser constitutivos de una incorrecta gestión de fondos privados.
 
 
Dicha denuncia, que generó un enorme nerviosismo en los dirigentes federativos hasta su archivo, fue el germen del actual enfrentamiento entre Óscar Flé y Ángel Villar. A partir de la misma, la Federación aragonesa y sus dirigentes dejaron de existir para la RFEF, siendo relegados a un trato similar al de "apestados" que era imitado (al menos delante de Villar) por los presidentes de las territoriales y de los comités de árbitros, e incluso la mayor parte de árbitros aragoneses de categoría nacional (en apoyo incondicional a Villar y en previsión de que pudieran ser descendidos).
 
 
Más tarde, sin vinculación con este tema, sucedió lo de la pérdida de la internacionalidad de Daudén Ibáñez, al que su condición de colegiado aragonés poco ayudó tras no firmar una carta solicitando el cese de López Nieto (representante de la LFP en el comité arbitral de la competición profesional) instada desde el aparato contra Javier Tebas como destinatario final.
 
 
En la asamblea general de la RFEF de 2006, Óscar Flé y Javier Tebas rechazaron las cuentas presentadas y preguntaron, sin respuesta alguna, por el destino íntegro de los ingresos de Mediapark, pero también por aspectos hoy en boca de todos como el opaco contrato de la ropa deportiva de los árbitros. 
 
 
 
 

El fútbol cerró los ojos y Villar tuvo claro que bastaba una débil defensa con algunos documentos (algo muy sencillo a partir del principio de caja única) para que nadie se metiera con el todopoderoso organismo federativo, y logró además mantener durante once años menospreciada a la Federación aragonesa y sus integrantes, a salvo claro está, de los que se posicionaban contrarios a Óscar Flé cuando acudían a su despacho a dejar clara su lealtad.

 

En las escuchas telefónicas ha quedado claro en una conversación: al aragonés le hemos dado lo que le corresponde (es decir, sólo lo que estamos obligados para no meternos en líos, mientras que al resto les hemos dado mucho más). Puede que la primera acción del nuevo presidente deba ser conceder un partido de la selección absoluta en La Romareda como acto de desagravio a quienes durante tantos años han venido soportando y aguantando un menosprecio tras otro, con afectaciones personales, profesionales y deportivas.

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